A diez años de la firma de la paz, el representante del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Anders Kompass, dijo ante los países que han cooperado con el proceso guatemalteco que el mismo es «decepcionante», repitiendo el concepto del informe presentado por Naciones Unidas en su evaluación. Y es que el tema de la impunidad es el que más preocupa a la comunidad internacional, porque si bien se suscribió un acuerdo de paz que contenía toda una serie de programas concretos para que el avance fuera firme y duradero, todo ha ido quedando en letra muerta y mientras tanto el país sufre una falla terrible en el sistema de justicia que hace inviable la convivencia.
Parece muy dura la calificación que dan la ONU y Kompass al proceso de paz, pero cuando vemos lo que le costó a Guatemala el conflicto armado interno y que el resultado final sea la consolidación de un Estado que se convierte en el paraíso de la impunidad en todos los sentidos imaginables, tiene que privar ese sentimiento de decepción porque duele tanta sangre regada, tanto sacrificio de quienes se enfrascaron por ideales en un largo conflicto, atacando o defendiendo al sistema, para que al final de cuentas el resultado fuera la creación de estructuras criminales que florecen en el marco del más absoluto irrespeto a la ley.
Las estadísticas no mienten y sirven para demostrar que aun en los crímenes de más alto impacto, aquellos que van contra la vida de las personas, el Estado de Guatemala es incapaz de perseguir y procesar a los criminales. No digamos en otros casos en los que se mezcla el poder con el crimen, porque entonces sí que la castración de las instituciones resulta total y absoluta.
Por supuesto que Kompass se ganará nuevas animadversiones y acrecentará las muchas que ya le persiguen, pero no se puede negar que basta analizar el tema de la impunidad existente hoy, diez años después de la firma de la paz, para que tenga que admitirse que el resultado del proceso es decepcionante. Y acaso lo más decepcionante es que el guatemalteco no esté lo suficientemente decepcionado como para reaccionar y exigir cambios profundos en un sistema que no funciona, que no es capaz ni siquiera de brindar certeza jurídica, no digamos seguridad, empleo, desarrollo social y oportunidades a la población.
Kompass no ha sido visto por la sociedad guatemalteca con buenos ojos porque como representante del Alto Comisionado ha expresado sus preocupaciones por la realidad del país. Especialmente será criticado ahora por quienes ensalzan el proceso de paz como la maravilla del siglo, sin reconocer que el mismo fue secuestrado por las partes y terminó siendo un simple cese al fuego que consolidó la existencia de poderes paralelos florecientes en el marco de la más absoluta impunidad.