Decepción


Uno, una más bien, cree, espera, quizá sueña, aunque es absurdo, es previsible, es «normal», el poder corrompe. Una va y vota por quien parece más humano, o el menos peor, dada la oferta.  Y en lo más profundo de su ser, una aguarda a que a los meses, al año o un poco más se vean resultados, que el que esas personas que uno creí­a conscientes estén ahí­ de frutos, que esos ideales que emanaban de sus labios se traduzcan en realidades, mejoras, en cambios positivos.

Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@yahoo.es

Una va y paga los impuestos, muchos, quizá porque no queda de otra. ¿Por qué  esperar algo a cambio…?, aunque deberí­a ser así­, deberí­a traducirse en seguridad, calles sin hoyos, más escuelas, aunque dicen que las construyen, quisiera las direcciones para  poder creer, maestros para esas construcciones, refacciones escolares, etc., etc., etc.

Pero pasados los dí­as, las semanas, los meses y seguramente los años, una constata que todo lo que decí­an era pura parafernalia. Que ser funcionario público, en especial de alto rango, es algo así­ como ganarse la loterí­a, asegurarse el porvenir y por fin cambiar de estatus, sí­, saltar a ese mundo al que criticaban, pero que sin duda alguna anhelaban.

Una espera que sean, algo, consecuentes con lo que dicen. No más violencia pero juegan gotcha, que sí­, es un juego, pero bueno, contradice las campañas; disminuir la desnutrición, pero se les ve comiendo en sitios caros, carí­simos; comprando vinos y quesos en el súper.

» Un gobierno para el pueblo», pero que puede esperarse de un gobernante que usa el avión privado de un rico empresario, favores, favores y favores, que no puede siquiera imaginar un campesino en Chajul, una mujer en Nebaj, un niño en Nahualá.

Solidaridad, ja, ja, ja. La he visto, entre ellos, claro. No dan bola en un puesto y les inventan las plazas, se las mantienen y ahí­ pasan las, horas, los dí­as, los meses. Cobrando puntuales, chateando, rascándose la panza, engordando.

Una cree, espera, sueña…