Decapitaciones, cruel sello de la guerra entre narcos mexicanos


Diez de los 13 cuerpos, fueron descubiertos dentro de un bus, yacen en la carrretera a San Ignacio, Sinaloa.  Foto  AFP Marco Millan

Las decapitaciones se convirtieron en 2008 en México en el cruel sello de una escalada de la guerra entre narcotraficantes, responsable de la mayorí­a de los más de 5 mil asesinatos registrados en el año, una cifra récord que no deja de crecer por decenas dí­a a dí­a.


Personal forense toma notas cerca de cuerpos envueltos con mantas en Culiacan, Sinaola, México. Foto  AFP Marco Millan

Once cuerpos decapitados, apilados y agarrados de los brazos entre ellos descubiertos en el sureste de México; otras nueve cabezas formadas en el piso, encontradas en el otro extremo del paí­s, en Tijuana, son algunas de las escenas que durante 2008 vieron horrorizados los mexicanos.

«Me preocupa y me entristece el nivel de violencia», reconoció el presidente conservador Felipe Calderón, que ha establecido la lucha contra el narcotráfico como el eje de su gestión.

Las primeras dos decapitaciones de esta serie se registraron hace dos años en el puerto de Acapulco, donde las cabezas aparecieron frente a instalaciones policiales.

El mismo año las cabezas de cinco hombres fueron arrojadas en la pista de un abarrotado bar del estado de Michoacán.

Esta clase de homicidios se volvió una constante en 2008.

En la mayorí­a de los casos también se han encontrado amenazantes «narcomensajes» contra cárteles de droga, policí­as locales o altos funcionarios.

El fenómeno alcanzó una de sus máximas expresiones en diciembre, cuando la cabeza de un hombre fue abandonada en una cubeta fuera de las instalaciones de una zona militar en Ciudad Juárez con un cuchillo clavado en la boca.

A menos de un mes de haber asumido sus funciones, en diciembre de 2006, Calderón desplegó un operativo en los estados más peligrosos de México, con la participación de 36 mil militares.

Sin embargo, este año se registraron un promedio de 14 asesinatos por dí­a, la mayorí­a de ellos en el norte, en ciudades cercanas a Estados Unidos como Ciudad Juárez, donde fueron asesinadas más de 1.500 personas en el año.

«Esas ejecuciones derivan de una lucha encarnizada que están teniendo, en la mayorí­a de los casos, los criminales disputándose los territorios», según Calderón.

Los cárteles de la droga se disputan el trasiego hacia Estados Unidos, pero también el creciente mercado mexicano.

El consumo de drogas en México «creció casi 30% entre 2002 y 2008 y en el caso de la cocaí­na el aumento fue de prácticamente 100%», según una encuesta del gobierno.

Entre las ví­ctimas diarias también hay un alto porcentaje de uniformados, lo que ha provocado masivas renuncias de policí­as en diversos puntos del paí­s, que denuncian la falta de armas adecuadas para enfrentar a los sicarios.

Los uniformados mexicanos además de ví­ctimas, en algunos casos han sido descubiertos como victimarios, sobre todo en casos de secuestros, un delito que también se multiplica. Sólo en 2008 casi un millar de personas fueron privadas de su libertad.

En respuesta al alto grado de corrupción en varios organismos de seguridad, Calderón puso en marcha el programa «Operación Limpieza». El objetivo es «limpiar las infiltraciones del enemigo, que todos sabemos que existí­an, pero no sabí­amos donde».

El propio Calderón dijo que 49% de los 55 mil policí­as evaluados en los últimos meses son «no recomendables».

Una encuesta reciente mostró que 50% de los mexicanos considera que los narcos le están ganando la batalla al gobierno.

Mientras, el ejército mexicano tiene «limitaciones tácticas y técnicas», según un documento de la secretarí­a de Defensa publicado por el diario El Universal, en el que se advierte sobre la «degradación» que sufre el poder militar mexicano.