En el Día Mundial del Ambiente
La crisis ambiental que se vive a nivel nacional e internacional, obligadamente nos llama a evaluar qué estamos haciendo con los bienes de la Tierra y qué factura le pasaremos a las nuevas generaciones de guatemaltecos.
En ese sentido, hemos afortunadamente desarrollado programas de educación ambiental y su normativa, que llevan el mensaje claro y conciso a la población guatemalteca y sus grupos sociales, a efecto de que comprendan que el Derecho Ambiental es preventivo y no represivo.
Por otra parte, insistimos, no se rata de destruir lo que Dios nos legara y que llamamos «Tierra»; es más quizás algunas personas aún no han podido interpretar el mensaje y por ello, en nuestro entorno humano, el tema se torna más difícil.
Pero, si ahondamos la problemática específicamente ambiental de la República de Guatemala, comprenderemos que la peor carga la llevan los «pobres», pues son ellos los que deben sostener directamente el Impacto de la degradación ambiental.
En consecuencia, son los pobres quienes, además, imposibilitados de hacer otra cosa viven en tierras contaminadas, con un aire viciado, cerca de aguas contaminadas, en fin, sufriendo muchas de esas penalidades.
Es, entonces, oportuno proponer en nuestro medio, que los interesados en este tema emitan un DECíLOGO AMBIENTAl, que incluya a todos los sectores de nuestra sociedad.
El Decálogo que sugerimos deberá contener principios relativos al clima, conciliar la economía con el ambiente, propugnar por un derecho sano, la salvaguardia ambiental con equidad, modernizar el modelo de desarrollo que se ha concebido, propiciar la austeridad y el consumo en relación a los valores del desarrollo humano, respetar a la naturaleza como un todo y especialmente, respetar al ambiente como un don de Dios, y de toda la creación.
Esperamos que estas ideas no se queden solo en palabras sino en realidades.