Debilidad del yen divide al planeta financiero


Ignorado. El ministro de finanzas de Japón, Koji Omi, asistió a la última conferencia del G7, sin embargo, no se abordó el tema del yen.

Grave problema para algunos, fenómeno pasajero para otros o anticipo de una gigantesca burbuja que puede estallar, la debilidad del yen –la divisa de Japón, segunda economí­a mundial– divide y preocupa en el planeta financiero.


La fuerte caí­da desde hace algunos años del yen respecto al euro es un «problema» y sus efectos pueden generar una «catástrofe», afirmó esta semana el presidente del Eurogrupo –ministros de Finanzas de la zona euro– y Primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker.

Dirigentes europeos, y en especial los franceses, creen que el alza de un 63% del euro frente al yen desde 2001, teniendo en cuenta el diferencial de inflación, perjudica gravemente las exportaciones del Viejo Continente.

Además, consideran que la polí­tica del Banco Central japonés, que mantiene sus tasas de interés a un nivel excepcionalmente bajo (0.25%), es en gran medida responsable de la caí­da de la moneda nipona.

Juncker advirtió esta semana contra una «catástrofe» si estallara la burbuja especulativa creada en torno a la debilidad del yen mediante las llamadas operaciones de «carry trade».

El «carry trade» está alimentado por el gran diferencial entre las bajas tasas de interés en Japón y las del resto del mundo (3.5% en la zona euro, 5.25% en Estados Unidos).

Ello incita a los inversionistas a tomar prestados yenes a bajo precio y a venderlos colocándolos en paí­ses donde los intereses son más altos, lo que acentúa la debilidad de la divisa nipona.

«Si el yen empieza a apreciarse, entonces el carry trade se desinflará muy rápidamente. Todo el mundo se precipitará hacia la salida, pero sólo algunos podrán llegar a ella», advirtió recientemente John Shepperd, economista de Dresdner Kleinwort.

En ese caso, «asistirí­amos a una masiva retirada de liquidez mundial», explica Shepperd, según el cual «los mercados en Estados Unidos y Europa, que aparentemente gozan de buena salud, podrí­an sufrir graves pérdidas».

Esa visión catastrofista no es compartida por todos en Europa ni en Estados Unidos. En la pasada reunión del G7 en Alemania, bajo presión estadounidense, los ministros de finanzas no mencionaron prácticamente al yen japonés ni la inquietud que suscita su debilidad.

A esa actitud se suma el FMI, cuyo director, Rodrigo Rato, afirmó: «la mayor contribución que puede hacer Japón a la economí­a mundial es seguir creciendo y salir de la deflación».

La deflación –un descenso continuo de los precios– conduce a una espiral infernal: retrasa el consumo interno («Â¿Por qué comprar ahora si todo será más barato dentro de seis meses?»), reduce salarios y poder adquisitivo, lo que genera menos consumo y por tanto nuevas caí­das de los precios.

Precisamente para no volver a caer en este pernicioso fenómeno, que afectó en los últimos años a Japón, el Banco Central nipón se ha resistido hasta ahora a subir su principal tasa de interés, que mantiene invariable desde julio de 2006 para estimular el aún raquí­tico consumo interno del paí­s.

Pero podrí­a hacerlo en su próxima reunión del 21 de febrero, tras anunciarse esta semana que el crecimiento económico de Japón fue mucho más alto de lo esperado en el cuarto trimestre de 2006 ( 1.2% respecto al trimestre anterior, y 4.8% en ritmo anual).

Ello fue posible, en parte, a una recuperación del consumo de los hogares japoneses.

Con esta buena noticia, aumenta «la posibilidad de un alza de las tasas» en Japón, según Derek Halpenny, economista de Bank of Tokyo-MUFJ, perspectiva que provocó una mejora de la cotización del yen, que parecí­a emerger esta semana del pozo.

Pero la trayectoria del yen dependerá en gran medida de lo que el banco central nipón decida el próximo miércoles sobre sus tasas, que podrí­an pasar de 0.25% a 0.50%.

El alza de un 63% del euro frente al yen desde 2001, teniendo en cuenta el diferencial de inflación, perjudica gravemente las exportaciones del Viejo Continente.