Debemos corregir


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No podemos seguir así. Si las malas personas no se corrigen porque la vida les sonríe, entonces los demás integrantes de la sociedad debiéramos corregirlos ejemplarmente. Lo mismo hay que hacer con quienes se comporten, por criterio o por intereses personales de manera injusta, aunque el corregido se queje de ser víctima de interferencia en sus funciones. Por el bien mismo de nuestra sociedad cualquier acto injusto debiéramos corregirlo. En Guatemala resulta inconcebible que esta semana estemos arribando al primer aniversario de la desaparición impune de Cristina Siekavizza, de sus dos hijos y de su esposo acusado de haber sido el causante de tan deleznable acción.

Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt


Un caso lleno de investigaciones infructuosas por todo tipo de entidades; la lentitud para seguir el procedimiento investigativo ha sido desesperante y hasta las pruebas científicas contundentes han llegado a ser desestimadas. Nuestra quiebra de valores y principios se hace notar por todos lados. Por ejemplo, ¿cómo es posible que permitamos que un grupo de borrachos que frecuenta un antro de los alrededores del paseo de la Sexta Avenida del Centro Histórico, se haya puesto impunemente a despedazar uno de los jaguares colocados en el lugar, demostrando la Policía Nacional Civil su inmensa incapacidad para prevenir los delitos que a diario ocurren? No me quedo solo en decir que tenemos pendiente mucho por hacer, sino también ¡Debemos exigir!
   
Cualquiera, así como se oye, sea o no autoridad, con o sin licencia para portar arma de fuego la desenfunda y se pone a disparar impunemente a diestra y siniestra porque las autoridades siguen literalmente pintadas. Podremos ver por todos lados muchas autopatrullas, variedad de  uniformes de distintos colores, estentóreas sirenas y movimientos hasta después de cometidos los hechos, porque para la función preventiva la inteligencia no hay modo que aparezca sea civil o militar el  Presidente. Seguimos viviendo en tan desordenado país, que los bochincheros sientan sus reales de tal manera, que por muy alto que sea un funcionario público le termina haciendo los mandados. Continuamos sin poder salir de nuestra casa sin la certeza de regresar a ella.
   
Ha llegado a tal grado nuestra descomposición social que hasta el lenguaje de malos publicistas, a falta de racionales recursos y de elementales valores y principios, con tal de ganar una cuenta o de complacer a su cliente se ponen a imprimir o grabar expresiones vulgares utilizando el verbo “pelar” como un atractivo elemento de convencimiento; preguntan “Quién la tiene más grande” o expresan “coma huevo” sin inmutarse siquiera porque las consideran “creativas” gracejadas para atraer a la clientela, aun teniendo la inmensa cantidad de términos sustitutos que caracteriza a nuestro idioma. Por ello insisto en exigir que ahora mismo debiéramos iniciar un movimiento para rechazar colectivamente tantos malos hábitos, vicios y actitudes, retomando o adquiriendo cada vez más virtudes, si es que en verdad no queremos terminar en el fondo del precipicio ¿O ya llegamos?