Julio Donis
En estos días inevitablemente corre de boca en boca en las calles, la tormenta que se vive en el Congreso. Se habla del tema en bares y lugares, en la colonia, en la reunión, en la calle, en el lugar de trabajo. Asimismo es de suponer que también habrá alusiones sobre el mismo tema en latitudes más allá de la capital. Los medios hacen lo suyo y dimensionan los acontecimientos recientes en proporciones que motivan editoriales y reflexiones sobre el descrédito de la política. A diferencia de lo que muchos piensan, mi criterio es favorable a que se hable de política, está bien que nos posicionemos ante los hechos, que emitamos opiniones, la crítica política no se puede separar de la noción cultural cotidiana de lo que acontece en esta sociedad.
Sin embargo, dicha tormenta es aprovechada por los que critican la cosa pública y justifican los hechos como el desvío de fondos del Congreso, como razones para debilitar la institucionalidad; en su lógica, esto es una prueba para la política y para las instituciones. Los mismos que critican la política se pierden en la coyuntura y desvalorizan la estructura, suelen hacer la siguiente relación de manera superficial: a más política más corrupción.
Como dardos
Por cierto los últimos acontecimientos se vuelven dardos para los que promueven la reducción del número de diputados, nuevamente haciendo una relación equivocada aludiendo el desprecio de la política y a los políticos. Los que incurren en este prejuicio olvidan que los valores que conducen determinadas conductas de malos líderes, son las mismas de miles y miles de guatemaltecos día tras día. Los partidos son reflejo de la sociedad.
No son los mejores días para el esfuerzo de revalorar la política, porque el ambiente está lleno de detractores que aspiran, a que cayendo algunos árboles el bosque será mejor. El bosque no es mejor o peor, la política es una actividad esencialmente humana y como tal, se trata de aportar gobernabilidad y soluciones a las relaciones que se establecen como parte de la organización social. Se entiende que la política aporta reglas y un marco para el bienestar social y el consenso de intereses divergentes.
El ambiente como decía es adverso, de afuera se importa la fórmula de la competitividad para lograr la «eficiencia», y el resultado ha sido fragmentación y deshumanización. Los que promueven dicha lógica se ven tremendamente solitarios en un desierto atestado de otros que también compiten. Y dentro lo cosa no avanza tampoco, cuando el ciudadano se topa con comportamientos poco éticos y de aprovechamiento personal, de líderes públicos. Esto solo da pie al descrédito y enjuiciamiento colectivo. La cosa se complejiza más cuando se topa democracia y necesidad de comer, o con inseguridad sin respuestas específicas, favoreciendo el distanciamiento entre la sociedad y la política.
Sin embargo la sociedad es un entramado de problemáticas diversas que se renuevan constantemente y se vuelven más y más complejas a la luz (o sombra) de la tecnificación y la globalización. Ese es el escenario en el que la política se desenvuelve. ¿Está esa misma sociedad en condiciones de juzgar de manera adecuada el desenvolvimiento ético de la política? Yo creo que si bien hay razones de determinada tangibilidad, creo que el razonamiento adecuado debe partir que existe un paralelismo entre la ética del ciudadano común y la de los actores políticos.
Como se ve, los problemas pueden llegar a ser descomunales, por lo tanto las soluciones no pueden ser pequeñas. La política provee la posibilidad del debate y de la interrelación social para identificar las mejores condiciones y alternativas desde la dimensión pública, para abordar lo social. Por lo tanto lo que se necesita es más y más política que comprometa y que motive.
Este país no es el de 1994
Lo que acontece en el Congreso tendrá sus consecuencias institucionales y el desgaste respectivo para los responsables. El análisis concreto de la situación concreta permite discernir dos momentos en la historia que parecen similares. Las condiciones políticas evolucionan y este país no es el de 1994 cuando en respuesta del clamor popular, el gobierno de Ramiro De León Carpio demandó del Congreso una reforma constitucional que diera por concluido el período de los diputados y de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Como producto de ese acontecimiento, el 17 de noviembre de 1993 el Congreso emitió el Acuerdo Legislativo 18-93 que promovió varias reformas.
La antesala de ese año fue el autogolpe de Jorge Serrano, segundo Presidente fallido de la transición a la democracia, la última Constitución, tenía pocos años de haberse promulgado y en general el ordenamiento democrático institucional recién empezaba a reordenarse. La antesala de este año 2008 lo constituye una elección general recién concluida, con una participación levemente superior al anterior evento. Lo que viene es una previsible etapa de crisis energética y alimentaria que no es local sino mundial, escenario en el cual se hace preponderante una actividad que ayude colectivamente a priorizar y ordenar demandas, sobre recursos que son escasos, esa es la política.
Julio Donis.