No creemos que la última palabra en el tema del narcotráfico la tenga Otto Pérez Molina, pero tampoco Janet Napolitano. En otras palabras, es evidente que la política que fue diseñada en tiempos de Richard Nixon para enfrentar a los grupos criminales que abastecían el mercado norteamericano, especialmente desde Colombia, no ha dado los frutos esperados porque el problema sigue siendo grave en Estados Unidos y, sobre todo, en nuestros países que tienen que poner los muertos en esa guerra.
Creemos que es un tema que tiene que someterse a un amplio debate porque seguramente nadie tiene aún la respuesta correcta, exacta y precisa, pero lo que sí sabemos es que el camino que hemos seguido no ha funcionado y hay que explorar nuevas rutas para enfrentar el problema. Hace mucho tiempo que venimos diciendo que las drogas en Estados Unidos no llegan mágicamente a los vendedores callejeros, a los “pushers” que la distribuyen al por menor sino que pasan por manos de grandes narcotraficantes que, como los de aquí, amasan fortunas inmensas en el trasiego de los narcóticos. ¿Por qué esos nunca caen, por qué sus cuentas no son revisadas para detectar el lavado de dinero?
Hay simetrías enormes en el tema de la guerra contra el narco. A nosotros nos certifica Estados Unidos y emite anualmente una especie de calificación para decidir si hemos hecho nuestros deberes o no. ¿Quién califica o certifica si Estados Unidos hace sus deberes en el control del consumo y en el control del reparto que se hace ya en su territorio de los cargamentos que llegan de estos países?
Ciertamente es un país demasiado poderoso y grande como para que un país pequeño como el nuestro se ponga los moños, pero el simple hecho de que la señora Napolitano haya venido a Guatemala después de que Pérez Molina abriera este debate es una muestra de que se trata de una cuestión que les resulta extremadamente importante. Y es una señal de que hay que hablar porque mientras los gobiernos anteriores agacharon la cabeza o se hicieron babosos, que de los dos hemos tenido, ni nos voltearon a ver y bastaba con la certificación anual que era, como el dedo de los Césares, un veredicto final e inapelable. Ahora vino la Secretaria de Seguridad Interior a sentarse a hablar con el Presidente de Guatemala y le dijo que no les gusta la idea de la despenalización, pero no pudieron ignorar la propuesta porque es demasiado seria como para simplemente reírse de ella. El debate está abierto y hay que enriquecerlo con planteamientos congruentes.
Minutero
La señora Napolitano
sabe que esa propuesta
aunque resulte molesta
nos coloca en otro plano