Por primera vez en medio siglo, el American Ballet Theatre bailó en Cuba para homenajear a la leyenda viva de la danza Alicia Alonso en sus 90 años, en un nuevo paso en el acercamiento cultural con Estados Unidos bajo el gobierno de Barack Obama.
«El ballet es un lenguaje muy universal. Su belleza y su honestidad construyen puentes y consolidan relaciones», dijo el director artístico del American (ABT), Kevin McKenzie, subrayando el trasfondo de la velada, la noche del miércoles antes de que subiera el telón de un abarrotado Teatro Karl Marx, principal de la isla.
Acompañado por el bailarín cubano Juan Manuel Carreño, estrella del ABT desde hace 15 años, Mckenzie se dirigió al público para destacar que «el American Ballet en su totalidad regresó a Cuba después de 50 años para celebrar con Alicia en su patria».
La antológica «Temas y Variaciones», creado para Alonso por el coreógrafo Jorge Balanchine y que la bailarina estrenó el 26 de noviembre de 1947 en el City Center de Nueva York, fue la pieza que escogió McKenzie para abrir la esperada noche, en el marco del XXII Festival Internacional de Ballet de La Habana.
«Es fabuloso que el American haya podido venir a Cuba, esta función está llena de simbolismos, y creo que nos hermana a cubanos y norteamericanos», declaró Maritza Aguilera, quien organiza espectáculos en el Gran Teatro de La Habana -meca de la danza clásica en la isla-.
Sin que se produjera en el teatro una euforia como con el Ballet Nacional de Cuba (BNC) o el Royal Ballet -en 2009-, varios espectadores, como Maritza, destacaron el valor histórico de la presentación, pero no ocultaron su preferencia por la escuela cubana, con un toque más cálidamente latinoamericano.
Para Laura Esquivel, estudiante de 14 años, «todos las estrellas brillaron en la escena»: Michelle Wiles y Cary Sterns, en Temas y Variaciones; la argentina Paloma Herrera y Carreño (en el pas de deux El Corsario); Julie Kent, Hermán Cornejo y la también cubana Xiomara Reyes (Siete Sonatas).
«Todo precioso, pero mi favorita fue «Fancy Free»», añadió la joven, en referencia a la obra del coreógrafo norteamericano Jerome Robbins, otro emblema de la compañía.
El ABT se presentó por primera vez en la isla en 1947 y, aunque algunas de sus primeras figuras, incluido McKenzie, regresaron luego, no actuaba como compañía desde 1960, en el primer festival organizado por Alonso, «prima ballerina assoluta», fundadora y activa directora BNC pese a estar casi ciega.
La función, con localidades agotadas hace dos semanas incluso para la segunda este jueves, fue transmitida en vivo por la televisión, con explicaciones del historiador del BNC, Miguel Cabrera, quien la calificó «de momento histórico» en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
La presentación, segundo homenaje que tributó este año el ABT a Alonso -en junio lo hizo en Nueva York-, se registra en momentos de auge en el intercambio cultural de ambos países sin nexos diplomáticos, después de tocar fondo con en el gobierno de George W. Bush (2001-2009).
En octubre se presentó en La Habana el afamado trompetista norteamericano Wynton Marsalis y los músicos de su Orquesta de jazz del Lincoln Center de New York, otro de los sucesos culturales del año en Cuba.
Luis Morlote, director de la Asociación Hermanos Saíz -vanguardia artística de la juventud cubana-, celebró la «posibilidad de ver a este ballet extraordinario en Cuba y en tributo a Alonso».
Una reverencia de Alonso, acompañada en el escenario de Carreño y McKenzie, y coronada por un estruendoso aplauso, selló la velada, que a decir de la bailarina cubana Irina Ferrer «fue felizmente otro «pas» en el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos».