La felicidad parece haber llegado a los estudiantes: los colegiales han terminado clases y los universitarios están a la vuelta de la esquina. ¿Qué deben hacer los padres frente a tanta jolgorio a granel? No parece igual la alegría de los padres cuando los hijos terminan las clases. Hay una inquietud en el ambiente, una pregunta pulula en casa: ¿Y ahora qué hago con este mozuelo desempleado?
Tratemos de hacer una reflexión del caso. En primer lugar los papás no deben ser aguafiestas. Deben sentirse contentos porque «las criaturas» ya terminaron un período más de su itinerario intelectual. Si somos honestos y nos detenemos un instante, tendríamos que reconocer que el éxito de los estudiantes tiene su mérito: noches de desvelo, madrugadas interminables, estrés extenuante por las evaluaciones y un sinnúmero de sacrificios que acaso los mayores ya hemos olvidado. Por tanto, nada mejor que celebrar con ellos el fin de una etapa que los acerca a la conquista del sueño dorado de una profesión.
Pero la celebración no debe durar tres meses. Haber conquistado la cima no quiere decir ponerse a dormir y vegetar. Debe hacerse un alto, eso es comprensible, necesario y recomendable, pero luego de llenar los pulmones de aire, es urgente seguir trabajando. Por tanto, los padres de familia no hacen un favor a su hijo dejándolo a su libre albedrío durante estos meses. Mi recomendación es que debe dejárseles descansar durante varios días (15 es más que suficiente) y luego emprender nuevos retos.
¿Quién ha dicho que hay que ponerlos a estudiar después del breve descanso? No se trata de eso. En vacaciones hay que cambiar de actividad y para eso algunos lugares nos ofrecen opciones: museos, centros deportivos, asociación de astrónomos, gimnasio, yoga, cocina, teatro, danza y cursos de música, entre otras actividades. ¿Que su hijo siente pasión por el dibujo? Métalo a un curso donde pueda desarrollar sus habilidades en la pintura. ¿Le gustan los idiomas? Envíelo a estudiar al extranjero, dele la oportunidad de un curso vacacional. Hay que ingeniárselas para que el pimpollo tenga algo que hacer en estos días aparentemente relajados y que explote al máximo los talentos que Dios les dio.
Lo peor que se puede hacer en estas fechas es dejarlos vegetar en casa para que vean televisión como descocidos, duerman de aburrimiento o vaguen por la calle sin ningún propósito. El espíritu no tiene vacaciones, las cualidades hay que desarrollarlas todo el tiempo. Ahora es cuando se puede hacer realidad lo que en períodos normales de clase se vuelve imposible: cursos de futbol, natación, tenis de mesa o aprender a bailar (que tanta falta me hubiera hecho en mis años mozos).
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¿Me dice que no hay dinero? No se preocupe. Déjeles trabajos cotidianos, pequeños desafíos, lecturas y repaso. Eso los mantendrá entretenidos y conocerán nuevas experiencias. Un libro a la semana no es mala idea. Coméntelos cuando regrese del trabajo y hágale pequeños cuestionamientos, póngalos a pensar.  ¿No hay para libros? Consígase regalada aunque sea una Biblia. Ya con que el muchacho se haga una idea del mundo bíblico se habrá ganado mucho. Adelante, no se dé por vencido en la urgente tarea de educar.