De shumo a muco queda revelada nuestra condición enajenada


En sociedades precarias y sujetas a permanente despojo cultural, producto de una formación social que se ha caracterizado por una historia de expolio, que primero fue salvaje y luego sistemático a manos de grupos de elite, que van desde clanes familiares hasta grupos corporativos, es completamente natural que sus habitantes hayan sufrido formas de castración de su identidad de nación, como producto de la irresuelta relación entre Estado y la sociedad. Dicho con simpleza vehemente hay que decir que Guatemala y los guatemaltecos son el resultado de lo que pudo haber sido y nunca fue. En este marco, el desarrollo del sujeto económico tuvo como noción inicial la finca como forma de Estado, a partir de la cual se fue delineando el poder nacional y la distribución social; la conformación de las clases entonces basa su primigenia contradicción en la unidad de explotación forzada que en el inicio fue la grana, luego dio paso al café y demás productos agrí­colas, y hoy es el capital corporativizado junto al capital criminal, impunemente garantizado. Por otro lado, el legado de la contradicción étnica de este paí­s es en sí­ntesis, la complejidad de un sistema de racismo y discriminación que fragmenta esta sociedad en pedazos y falsos imaginarios culturales. La reivindicación étnica se pelea desde lo subalterno y desde el esencialismo culturalista, en palabras Mario Roberto Morales, esa lucha no pasa por la resolución de la contradicción de clase sino por la inserción al sistema establecido.

Julio Donis

Dicho esto hay que enfatizar en lo siguiente: la lucha de lo étnico y de clase se hace en el escenario de la clase oligárquica, en el terreno de la hegemoní­a cultural, económica y polí­tica. En otras palabras, el desarrollo de lo chapí­n, la conformación de la idiosincrasia del guatemalteco se ha hecho desde la negación y la explotación. En este contexto irrumpe primero la figura del shumo y recientemente la del muco, que no es más que la depuración del primero. Ambas acepciones de uso constante por las juventudes clasemedieras resumen las avasallantes formas subjetivas por medio de las cuales el guatemalteco trata de desmarcarse, de encontrarse a partir de la relegación del otro, induciendo de manera implí­cita supremací­a étnica y de clase. El peyorativo muco encierra de manera perversa el conglomerado de negaciones y elementos discriminatorios a través de estilos de vida que son formas de consumo de maneras virtuales y aceleradas por la tecnologí­a; es una manera de cosificar las contradicciones de las que estamos inevitablemente sujetos.

Las nuevas adscripciones sociales, efí­meras y consumistas, marcan organización alrededor de intereses inmediatos y demarcan diferenciación a partir del rechazo del otro. En una red social electrónica descubrí­ con poca sorpresa que se ofrece el significado de muco como «persona sin clase que se viste y se comporta vulgarmente». Indagando con gente muy joven su referencia no es diferente, conciben desde el caquerismo que el muco es diferente a ellos, es «inferior», aspira a ser como ellos y sus caras bonitas, pero no lo logra y se vuelve looser y termina siendo recha. En un programa de radio, de esos de consumo chatarra que inundan todo el espectro radial, un locutor lanza la siguiente pregunta al aire: ¿qué es ser muco? Un joven oyente pica el anzuelo y no resiste externar su opinión diciendo que caracteriza una forma de hablar, de vestir y una forma vulgar de bailar, luego con culpa termina diciendo que es mas muco el que se burla de los mucos; el locutor rí­e burlonamente y prosigue su perversa interacción. El sujeto enajenado que se demarca del resto lo hace desde la postiza concepción de su identidad, forjada a base de elementos de los que no se puede separar más que con la distancia que le permite comprar un pantalón de marca o con la doble moral mojigata finamente inculcada por los padres, que les impide bailar pegado y disfrutar el ritmo del reggeaton.

La mayor parte de los jóvenes guatemaltecos de hoy no quieren ser iguales en el sentido fashionable de la palabra, quieren ser diferentes en el sentido consumista, pero solo son piezas funcionales de un sistema urbano céntrico, contradictoriamente ladino e inevitablemente sujeto a los planes de la elite y del capital avasallador.