De reputaciones y mala fama


EDUardo-Blandon-2013

«El mayor crimen está ahora, no en los que matan, sino en los que no matan pero dejan matar.» José Ortega y Gasset

Hace un par de semanas fui invitado a comer en homenaje a una visita de un profesor español del área de la literatura en la universidad, entre tantas cosas que se dijo, el académico comentó que Guatemala era un país esplendoroso.

Eduardo Blandón


“Es la cuarta vez que vengo y me encanta.  Esta vez, incluso, invité a mi esposa, y ha quedado feliz en su estadía en Antigua, Tikal y Atitlán.  Pero, eso sí, las noticias que llegan a España de Guatemala no son nada halagadoras”.
           
Desafortunadamente no es la primera vez que uno escucha de algún extranjero expresiones semejantes y, aunque el mismo español reconoció que los medios suelen exagerar, tampoco ocultamos que en Guatemala la violencia es aterradora.   Una realidad inocultable y a la cual de repente ya casi nos acostumbramos.
           
La fama no es inmerecida.  Andrés Oppenheimer, hace años, en el 2005, en su libro “Cuentos Chinos”, reconocía que América Latina es la región más violenta del mundo.  “Ya se ha convertido en un chiste habitual en conferencias internacionales sobre la delincuencia decir que uno tiene más probabilidades de ser atacado caminando por la calle de traje y corbata en Ciudad de México o Buenos Aires que haciéndolo en Bagdad disfrazado de soldado norteamericano”.
           
Esa es la fama que nos precede y la que eventualmente impide el turismo y las inversiones nacionales.  Más aún, la mala reputación se incrementa por los casos recientes de los criminales y supuestos delincuentes detenidos en el extranjero, me refiero a  Erwin Sperisen, Alfonso Portillo y Carlos Vielmann, entre otros.
           
Debemos reconocer que las noticias que generamos tienen asidero en los motivos que damos no siempre ejemplares.  Y ya se sabe, una vez instalada la fama, resulta difícil superarla.  Como diría Nietzsche, “una mala conciencia se cura más fácilmente que una mala reputación”.
           
Lejos de molestarnos, en consecuencia, por lo que otros hablen de nosotros fuera del país (especialmente si se refieren a cosas malas), debemos examinarnos para ver qué hacemos o no y tomar medidas para cambiar nuestra conducta social.  Estoy seguro que somos mejores de cómo nos ven, pero tenemos que demostrarlo más y quizá hasta impedir que tantos malos guatemaltecos mancillen nuestra buena imagen.