Un membrete desconsolador se vive, o sobrevive en términos generales que anega el ambiente tras el paso tétrico del fenómeno natural reciente. Añadido a la lista sombría, causante de tanto daño personal como material. No todo está perdido, principalmente la decisión positiva de los pobladores a empezar de nuevo con voluntad firme y muestras animosas.
A manera del mítico surgió de las cenizas la lucha denodada, recobra brillos poderosos, junto a la esperanza de mejoría; vale decir alimentados de fe en sus propios y titánicos trabajos, a la postre la generación del deseable y bienaventurado porvenir. Afanes recurrentes siempre exhiben esa voluntad enaltecedora y digna de encomio, calidad número uno.
Condiciones de naturaleza negativa rebelan en situaciones imprevistas la presencia del subdesarrollo, atraso fuera de contexto; imágenes calamitosas de hambruna a la cabeza, seguidas de otras cargas destructivas. Hablar de autoestima suena a ridículo y contrasentido; puntualiza sin asomo de duda no tener los pies sobre la tierra, y ubicarse en la lejana galaxia.
Mueven a la mediatez, en sentido de tozudez y seudocambio, vocable en boga, utilizado como cantaleta ofensiva en el entorno político. A qué se debe el hecho en mención dispuesto al mantenimiento desleal en lista de espera, tantos males donde emanan alarma, muerte y llanto interminables. Persiste tamaña condición responsable de esos momentos críticos, pero inacabables.
En apariencia la vulnerabilidad posesionada hasta los cimientos, lejos de superarse lo antes posible se aleja, criterio falaz en mentes llenas de niebla cerebral y puntos pétreos en la sustancia gris. La suma tiene solamente engaños, distractores acaso, en tanto suenan los pasos de animales grandes en caminatas a ciertos tiempos, apoderados del territorio nacional.
Poner en práctica medidas urgentes e imprescindibles por lo visto se rezagan del todo, cediendo espacios a lo contrario, que alimenta, aunque subyace, despierta fortaleza escondida. El faltante claro y convincente viene a ser diversas medidas de prevención, nunca jamás puestas en práctica, a sabiendas del valor utilitario y ponderable de las mismas, victoriosas.
Todo el mundo nuestro se pregunta, consciente que la respuesta de rigor anda perdida en galaxias remotas. Factor resulta en sentido realista, acerca de cómo incontables daños anteriores por fenómenos similares, que abatieron el suelo nuestro continúan ajenos a la reconstrucción, tan deseable y ansiada. El tiempo discurre, empero señales esperadas no se asoman.
Un vistazo en los diversos medios de comunicación social al servicio, gracias a la moderna tecnología, dan cuenta en el instante mismo que ocurren del colapso del sistema vial, puentes útiles sobremanera, igualmente lo relativo a hundimientos, hoyos, etcétera, reflejan la deficiencia del alcantarillado y demás, demostrativos de pésimos trabajos nulos de calidad.
Viviendas en orillas de barrancos, expuestas a cualquier accidente, para incremento bien marcado de la vulnerabilidad afectan en casos impactantes, a quienes la pobreza extrema ubica en puntos deplorables. Avalanchas sucesivas los hunde lastimosamente, haciéndoles más y más critica la vida en un hilo, a la par de sus miserables pertenencias, llegan a cooperar con los temibles daños.
Asumimos, en resumen, con todo eso la acción terrible de la propia Tierra, en actitud de reclamó y protesta visible, traducida en venganza en contra de los seres humanos, estilo enaltecido en el cinematógrafo en picada. Hacen ver la razón de la sinrazón de cuanto ocurre en el Planeta que habitamos, calcado en acontecimientos, hoy en día noticia de primer impacto.
A propósito, ante tan descomunales efectos desastrosos, los mismos originan desolación, como si fuesen Atila redivivo, resulta oportuno puntualizar la pésima calidad de la obra pública. Al desnudo sale ese indigno proceder enmarcado en chanchullos cometidos en menoscabo de fondos estatales. Un verdadero robo, para decirlo sin tapujos en defensa de lo indefendible.