Me encuentro escribiéndoles en un nuevo año, me parece cada día más difícil el comunicarme con ustedes. Al principio también no me fue fácil, un solo artículo me llevaba muchas, pero muchas horas. He adquirido más fluir en la escritura, o por lo menos ya no me tardo tanto. Pero hablo de que en la actualidad me resulta más dificultoso debido a que cada vez que escribo me voy dando mayor cuenta del grado de responsabilidad y cuido que cada artículo conlleva. Así que procuro de manera posible interesarlos y compartirles algunos conocimientos acerca de lo que significa conversar con una psiquiatra, tomando en cuenta estas consideraciones.
Insisto en que la psiquiatría no de manera necesaria ha de estar involucrada con la enfermedad mental. Que esta ciencia involucra la vida misma, así que hablar de la vida es una situación de nunca acabar. Considero este espacio con la finalidad de brindar conocimientos acerca de mi especialidad, pero también para meditar y reflexionar desde nuestro interior. Para alcanzar un mejor conocimiento de quiénes somos, hacia dónde vamos y comprender cuál es nuestra razón de vida. No nos encontramos con el privilegio de vivir solo porque sí. Creo que nadie se va de esta vida antes de tiempo, y ese tiempo lo determina la tarea o tareas que venimos a cumplir en ésta. Como la columna es de opinión me atrevo a ser yo al verter las mías. Pensando las mismas no como una verdad absoluta, de tal forma que las opiniones de ustedes, mis lectores, me ayuden a ampliarlas y a visualizarlas también desde otras maneras que puedan resultarme ajenas. Por lo cual sus comentarios se vuelven enriquecedores.
Encuentro la escritura de manera personal, como una mejor manera de entablar comunicación. Puedo pensar muchas veces, corregir y volver a corregir lo que voy a decir y de alguna manera también me sirve para organizar mi propio proceso de pensamiento. Sin embargo, es considerable en toda comunicación el planteamiento de Rumí, poeta oriental, que dice: “antes de hablar, deja que tus palabras pasen a través de tres puertas. En la primera habrá que preguntarse ¿Es verdad?, en la segunda: ¿es necesario? Y en la tercera puerta ¿es amable o bondadoso? No siempre se medita de esta manera cuando se habla o escribe, pero o anterior constituye un importante material para ser conservado y utilizado por todos nosotras y nosotros.
La labor de todo psicoterapeuta es infundir consuelo y esperanza. Lo que he aprendido de mis pacientes en lecciones pasadas y presentes. El psiquiatra expone sus puntos de vista a las personas quienes acuden a su consulta. Pero, acepta sus diferentes discernimientos y ayuda a fomentar su pensamiento crítico y analítico. Esta clase de especialista escucha, escucha, comprende, empatiza, no minimiza el dolor y no realiza juicio de valor de los pensamientos, sentimientos y actitudes de esa persona quien acude a su especialidad, porque se encuentra enferma o porque necesita compartir su dolor, conocerse, tomar conciencia, autoaceptarse, empoderarse, fortalecer su autoestima, su capacidad de relación consigo misma y con el mundo, perdonar, analizar, aceptar circunstancias o tomar alguna decisión importante.
A mucha gente le cuesta ir al psiquiatra y no solamente por falta de recursos económicos. Sino por la ignorancia que acompaña al estigma de ir con un psiquiatra. He intentado en reiteradas ocasiones de organizar terapias grupales que pueden ayudar a las personas a que los costos sean mejor manejables. Sin embargo, ha sido un fiasco total, no acuden. Déjenme compartirles, que los psiquiatras vamos al psiquiatra y que a mí me encanta ir a consulta. Los beneficios que implica la asistencia psicoterapéutica han de considerarse como una inversión de vida. Uno aprende a conocerse, a aceptarse, realiza cambios de proceder que reflexiona necesarios, se vive más feliz, al lograr hacer contacto con nuestro ser, los problemas grandes o pequeños persisten, pero nuestra fortaleza para hacerles frente aumenta. Por lo que venga, viene; pero nuestras destrezas se agudizan para la resolución y la aceptación de la adversidad.