De mensajes y percepciones


A menos que me demuestren lo  contrario, creo que la rotación constante entre  los funcionarios de Gobierno no es buen indicador de un gobierno sólido y  confiable, sino todo lo contrario. 

Eduardo Blandón

Renuncias frecuentes dentro del  Gabinete generan sospechas de inestabilidad, insatisfacción y hasta debilidad por parte de quien conduce los destinos de la nación.

 

Si de algo debe preocuparse un  polí­tico es de la  percepción de sus votantes y nuestro actual Presidente parece no encontrar la fórmula para dejar un buen sabor en sus gobernados.  En  este sentido, la salida sospechosa de Rubén Morales, Carlos Meany y Juan Alberto Fuentes, no le hizo un gran favor a su posición de hombre de carácter y con cualidades de simpatí­a y de personalidad atrayente. 

 

Colom semeja un hombre cada vez más solo, seguido únicamente de sus incondicionales de siempre: su esposa, familiares cercanos y advenedizos peludos.  Los demás, ya se sabe, son los oportunistas perennes que cada cuatro años, como sabuesos, catan  el mejor manjar para esconderlo y vivir de las regurgitaciones de sus ganancias y la seguridad de los dí­as de exigua gloria. 

 

Que hoy se vaya un Ministro y mañana un  Secretario es inexplicable.  La impresión que  da es que los polí­ticos se sentí­an  mal, los tecnócratas tení­an hastí­o y los burócratas viví­an al lí­mite.  Uno supone que un Ministro no se va de la  noche a la mañana así­ por así­.  Las causas deben ser profundas y habrá que darles el beneficio de la duda por la amarga decisión tomada por la desesperación del momento.

 

En todo esto pierde el gobernante, pues lo que  se demuestra es su incapacidad de mantener la unidad y el espí­ritu de lucha más allá de las circunstancias adversas.  La partida de un burócrata de alto  nivel semeja la fuga de un deportista profesional (pongámosle cubano) que en la  primera oportunidad generada por los malos vientos, tira la toalla y se va. 

 

Situaciones así­ son signos de incompetencia, no sólo en cuanto al fracaso en la unidad y falta de perseverancia  de los miembros del equipo, sino incluso en cuanto  a la forma en que un dí­a fueron convocados.  Nuestro gobernante una vez más da prueba de improvisación.  Más allá de sus peludos debió pensar en un equipo sólido que lo ayudara a gobernar porque para alabanzas y loas ya tení­a a su equipo de comunicación.   

Colom debió haber pensado que era fundamental el apoyo profesional en la actividad de su gobierno, debió rodearse de gente competente, cuidarlos, protegerlos del reino animal en el que se mueve, consentirlos y estimularlos continuamente.  Pero no lo  hizo.  Primero llamó a sus fieles (y en esto quizá tiene méritos porque hasta la fecha sus bufones están cerca),  luego convocó a quienes patrocinaron la campaña y  por último, muy al final, a los tecnócratas.  Los resultados están a la vista.

 

Uno  a uno se deshace el Gabinete y el Presidente sin muchas opciones sigue sin gustar.  La seducción no da sus mejores resultados mientras el pueblo se prepara para las elecciones.  A estas alturas de gobierno sólo queda rogarle a Dios para que los bateadores emergentes tengan el tino de al menos no dejar las cosas peor que como las encontraron.