Hay momentos en los que después de leer los diarios impresos y enterarme de los acontecimientos más relevantes de toda índole que acontecen en Guatemala, pero especialmente aquellos que se refieren a posiciones rígidas y calificadas de inmorales por editorialistas y analistas, adoptadas por altos funcionarios públicos en desmedro de los intereses de la población, aunque vanamente intenten disfrazarlas, me invade el desaliento de proseguir en la publicación de artículos de opinión que tienden a defender los derechos de los guatemaltecos, básicamente de los menos favorecidos, y en ese instante pienso que no vale la pena persistir en procurar contribuir a superar los conflictos que casi cotidianamente surgen entre gobernados y gobernantes, y de ahí que escribo textos frívolos o ajenos a los graves problemas que nos afectan a todos los habitantes del país.
Sostengo que son raros los compatriotas, sea cual fuere su clase social y económica, sus tendencias ideológicas, sus preferencias religiosas o cualquier otra característica especial, que no deseen el progreso local, departamental y nacional. Para apoyar mi posición, cito el caso de la decisión casi unánime de los diputados al Congreso de aprobar, sin previa discusión, razonamientos y análisis, pero eso sí con inusitada rapidez, un préstamo por lo equivalente a alrededor de Q2 mil 160 millones, destinados a financiar la construcción de la carretera entre Escuintla y Ciudad Pedro de Alvarado.
Ningún guatemalteco con sano juicio se opondría a que se ejecute un proyecto vial de esa envergadura, en virtud de múltiples factores comerciales, económicos y sociales, puesto que implica facilitar el transporte de personas y mercadería entre Guatemala y El Salvador, además de que incluye la creación de cientos de empleos.
Sin embargo, y aquí surge el infaltable “pero”, y como ya lo han criticado otros columnistas más avezados, no debería aceptarse resignadamente que ese crédito millonario tenga dedicatoria a una empresa en particular, en vista de que se contratará o ya se ha contratado a la firma Sigma Constructores, S.A., para que ejecute la obra, sin licitación alguna, lo cual mueve a suspicacias a los más ingenuos, sobre todo porque el préstamo se aprobó con el voto de 147 diputados, con las excepciones de los parlamentarios Manuel Villacorta, Luis Álvarez y Edgar Ajcip.
Pese a la seriedad de este asunto, no pude más que sonreírme a solas cuando leí la declaración del legislador (¿?) José Fernández Chenal, subjefe de la bancada del Partido Patriota: “Estamos demostrando madurez política, tanto el partido oficial, como la oposición, que cuando nos ponemos de acuerdo podemos lograr cosas buenas para el país” ¡… uta, qué patriotismo! Exclamé asombrado, casi sin detenerme a pensar lo que sentía. Ustedes recatados lectores, discúlpenme por el exabrupto.
Parecidos “razonamientos” emitieron diputados opositores.
Yo aseveraba que no todos los diputados son iguales; pero ahora sospecho que casi todos recibieron un abrazo de agradecimiento en efectivo.
(El escéptico Romualdo Tishudo parafrasea un refrán:-Felices los que nunca votan porque jamás serán defraudados).