No pretendemos hacer una defensa oficiosa del Tribunal Supremo Electoral porque al día de hoy no encontramos una respuesta satisfactoria, ni por asomo, al retraso en el cómputo de los votos luego de que se gastó tanto dinero en tecnología para asegurar que se dispusiera de computadoras, módems, plantas eléctricas y lo que hiciera falta para el rápido conteo de los votos y traslado de la información. Si fueron incapaces de preparar a los voluntarios en las mesas receptoras y éstos fueron inútiles para hacer su trabajo, deben decirlo para subsanar errores, pero no dar a conocer la causa de tanto retraso es, para decir lo menos, sospechoso.
Pero ver a los fiscales de los partidos políticos vociferando ante los magistrados es inaudito. Nos recuerda aquello de los patos tirándole a las escopetas, puesto que los responsables del descalabro legal que hay, de la ausencia de autoridad del Tribunal Supremo Electoral para aplicar sanciones y castigar violaciones a la ley, son precisamente los delegados de los partidos que, teniendo representación parlamentaria, no hacen nada para modificar el mamotreto que es la Ley Electoral diseñada y escrita para favorecer a los partidos y asegurarles absoluta impunidad.
Si tan preocupados están los fiscales por la situación, lo que tendrían que hacer es llevar al Congreso de la República sus inquietudes y utilizando su iniciativa de ley, proponer los cambios profundos y sustanciales que terminen con tanta mafia que hay alrededor de nuestra política. El financiamiento ilegal e inmoral de los partidos políticos es posible por una multa ridícula que se impone a quienes rebasan techo y a quienes ocultan el nombre de sus financistas. En realidad, el sistema es un mamarracho porque así lo han querido los partidos políticos empeñados en mantener sus privilegios para garantizarse que son ellos y nadie más que ellos, los que controlan el sistema a partir de su permanencia en un Congreso que es la vergí¼enza de la representación nacional.
Que los magistrados fallaron no cabe la menor duda, no sólo por no haber dado los resultados en el tiempo ofrecido sino que acudiendo a excusas babosas como esa de que votó mucha gente y por ello no se pudieron contar los votos. En la capital no creció tanto la asistencia y fue uno de los distritos más lentos en procesarse, por primera vez en la historia del país, y nadie dio cuenta de qué ocurrió ni por qué para trasladar los datos vía internet de los centros de votación al centro de cómputo se tardaron más que si los hubieran enviado con mensajero. Explicaciones urgen, pero que no las pidan los causantes del descalabro.
Minutero:
El sistema electoral
lo armaron los partidos
que cocieron un tamal
para quedarse servidos