De lo mensurable y lo inmensurable


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Mañana, a las 19:00 horas, en Galerí­a Sol del Rí­o (14 avenida 15-65 zona 10), se inaugura la muestra artí­stica “De lo mensurable y lo inmensurable” de Jamie Bischof, exposición que estará abierta hasta el 11 de noviembre.

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POR SILVIA HERRERA UBICO
Galerí­a Sol del Rí­o

Desde que en 2007, Jamie volvió a entrar a su taller y empezó con un delirio productivo que, desde entonces, lejos de interrumpirse no ha hecho sino cobrar más fuerza, hemos visto una gama de obras colocarse en distintas galerí­as en muestras individuales y en colectivas.

En ese año, el aluminio conservaba aquel ensamblaje de sus últimas piezas hechas en 1982 y con referencias al mundo maya y a los macacos coloniales. Poco a poco, la configuración de sus obras fue cambiando: se abrieron, dejaron circular aire, las lí­neas, las aristas y los recovecos generaban nuevas estructuras gracias a los vací­os y llenos reflejados en las paredes.

Más tarde, incorporó la madera en esculturas de pared y en piezas exentas, este material le daba calor al brillo despampanante del aluminio. La geometrí­a de ángulos rectos, pero dislocados delataba y anunciaba lo que siempre le ha intrigado: la construcción y la ruptura, la composición y la descomposición, lo medido y lo no medido.

Hoy, con mayor evidencia, se revela lo patente: la medida desmedida, el control consciente de un inconsciente desbordado. El apaciguar mediante el trabajo arduo y fatigoso una imaginación desapacible e incansable. En ello también el azar tiene lo suyo, pues no es la primera vez que lo fortuito y lo “no buscado” se impone con la seguridad e un hallazgo insospechado.

John Cage –un artista que lo fiaba todo al azar– con sus composiciones aleatorias y su famosa obra 4′ 33″ donde el silencio es lo que hay que escuchar, encuentra un homenaje en la obra Twelve Silent Poems. Esta poesí­a visual tiene la apariencia de un teclado, y el ritmo de lo imprevisto, con las notas prolongadas en franjas de longitudes diferentes, con staccattos escritos por tornillos, con nuestra casual y azarosa presencia escuchándola y modificándola.

San Agustí­n decí­a que la medida en el amor es el amor sin medida. Medir es limitar y en el amor verdadero, el lí­mite no existe, se desvanece. En el arte, al igual que en el amor, la medida acaba eludiendo la mesura. Esta artista lo sabe y lo dice a su manera con estas piezas equilibradamente torcidas, sutilmente desfasadas, atornilladas desde un aparente orden, ensambladas con la exactitud de junturas imperceptiblemente desniveladas.