De las buenas intenciones a los hechos


Oscar-Marroquin-2013

Desde hace muchos años me siento marcado por la figura de Juan Pablo I, el efímero Pontífice que fue encontrado muerto en su cama apenas un mes después de haber sido investido como jerarca de la Iglesia Católica. Y es que de la lectura de su vida, de su sencillo apostolado, sobre todo cuando alcanzó la investidura de Patriarca de Venecia y de sus luchas contra las mafias que significaron el fin del Banco Ambrosiano, se desprenden hechos y realidades que impiden pensar en una deliciosa y tranquila muerte natural cuando había empezado la que sin duda hubiera sido la mayor transformación no sólo de la Curia Vaticana, sino de la Iglesia misma.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Desde la elección del papa Francisco he escrito que tengo la sensación de que muchas de las cosas que se había propuesto Juan Pablo I forman parte de la agenda del hoy heredero del trono de San Pedro y lo que está pasando en esta última semana en el Banco Vaticano y las finanzas de la Iglesia, me reafirma en esa creencia. No puede olvidarse la tenebrosa figura del obispo Paul Marcinkus y sus tenebrosas alianzas con banqueros vinculados con la mafia como Roberto Calvi y Michele Sindona. El entonces cardenal Albino Luciani, antes de ser Papa, había visto de cerca los manejos cuando afectaron al banco que manejaba los ahorros de los sacerdotes en el norte de Italia y cómo ese trío se encargó de hacer lo que han hecho tantos banqueros en Guatemala.
 
 Marcinkus fue posteriormente un protegido de Juan Pablo II y con ello terminó todo empeño por limpiar las finanzas del Vaticano y el lavado de dinero siguió siendo una de las principales actividades de esa institución financiera que, por su naturaleza, se mantenía ajena a los controles del fisco y de la autoridad bancaria de Italia, sirviendo así a la mafia, literalmente hablando, para lavar sus capitales.
 
 La semana pasada monseñor Nunzio Scaranoo fue arrestado con relación a un complot para lavar 20 millones de euros utilizando al Banco Vaticano y eso detonó de inmediato las acciones del papa Francisco contra la cúpula que heredó las prácticas de Marcinkus. No sólo nombró una comisión con plenos poderes para investigar y actuar en el manejo de los recursos, sino que además promovió la renuncia de las autoridades que estaban al frente de la institución, Paolo Cirpiani y su segundo, Massimo Tulli.
 
 Sanear esa institución es apenas parte de lo que le toca al papa Francisco en el esfuerzo por sanear la curia vaticana que se ha convertido en un nido de poder político tan corrupto como los otros gobiernos del mundo. Intrigas y habladurías son el pan nuestro de cada día en el seno de la institución llamada a ser ejemplo por su comportamiento ejemplar. Sin embargo, la naturaleza humana no hace excepciones y por ello las ambiciones de poder juegan un papel tan importante aún en la más espiritual de las organizaciones que uno pueda imaginar.
 
 Uno de los problemas más serios que han tenido los Papas, razón por la cual tengo tantas dudas sobre la cacareada infalibilidad, es que queriendo proteger la imagen de la Iglesia han apañado toda una serie de actos que al final hacen enorme daño tanto al catolicismo como a la religión en general. Actos que van desde los sucios y oscuros manejos de las finanzas, sea por ambición de los banqueros vaticanos o porque les tienen la cola machucada los mafiosos, hasta el ocultamiento de los abusos sexuales.
 
 Encarar la verdad sería el reto principal de Francisco como Pontífice porque de ello dependen sus actuaciones. Y hoy, a la luz de los hechos, creo que lo está haciendo con determinación y más firmeza de la que se trasluce en su bondadosa sonrisa.