La máquina de escribir mecánica es cuestión del pasado, al menos para la mayoría de personas que de alguna forma están vinculadas al escribir. Sin embargo, cabe pensar que hay personas que aún no se han trasladado hacia la computadora, o que hay otras que, de vez en cuando, desempolvan su vieja Olivetti para escribir con añoranza. El pasado 1 de mayo se cumplieron 125 años de que la compañía Remington comercializara la primera máquina de escribir, y a la luz de esa efemérides, revisamos hoy los cambios cualitativos que ha tenido la literatura en su emigración de la máquina a la computadora.
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Esa máquina de escribir mecánica, la que se usaba al menos hace tres décadas (dos acá en Guatemala), es posible que hoy la veamos con añoranza, por esa persistente actitud romántica que mantenemos ante el arte y la literatura, olvidando esos insoportables atascos de teclas, y la dureza al teclear.
Hoy día, me parece, que aún persisten escritores de «a máquina», que, podría ser, vean con recelo a la computadora, como una «ladrona» de la poesía, como una máquina inútil, voraz y sin sentimientos (aunque alguien más podría decir que no hay nada mejor que escribir a mano).
Sin embargo, mi intención no es de la añoranza, sino reflexionar sobre los cambios puntuales que en la literatura se dio con el paso de la máquina a la computadora.
QUE NADIE SE META CON MI «ADLER-ROYAL»…
Y es que algunos artículos de añoranza, sobre todo esos que hoy día se podrían vender como «art decó», son clasificados como artículos de buen gusto. ¿Quién no quisiera tener aún una buena máquina de escribir? Sobre todo esas portátiles, de esas que acompañan en las fotos blanco y negro a Julio Cortázar.
Pero habría que recordar cómo dolía equivocarse, siquiera en un carácter; y no digamos esos incómodos cálculos para ubicar un titular en el centro de la página o aventurarse a escribir una sílaba más antes de llegar al final del margen.
En algunas máquinas, no se podía leer qué era lo que se escribía, porque así estaba diseñada. De todas maneras, una buena maestra de Mecanografía preferiría ese modelo porque así no se acostumbraba a ver.
¿Y las correcciones? ¡Uf!… casi imposibles, ¿verdad? El corrector líquido arruinaba más de lo que componía, y esas hojitas correctoras se desaparecían cuando uno más lo necesitaba.
Sin embargo, para la literatura esto parecía ser un ejercicio positivo, porque obligaba al escritor a darle a las teclas, sin pensar en nada más que su creación literaria, para luego obligarse a revisar y corregir. Escribir, revisar y corregir… Escribir, revisar y corregir… í‰ste parece ser el buen camino. «Nulla dies sine linea», decía Eduardo Torres.
Pero luego el cambio fue casi forzado; pocos son los escritores (y las secretarias, y los vendedores, y las personas) que utilizan la máquina de escribir.
NO HA CAMBIADO MUCHO
Para quienes aún se tiran los cabellos por no entender la computadora, deben agradecer que algunas cosas no han cambiado. El ejemplo más simple, pero no el más obvio, es la distribución del teclado. Aunque aún se discuta el porqué los teclados tienen tal distribución de las letras, lo más probable es que tenga esta distribución basándose:
a) en un inicial orden alfabético (por eso es que la hilera central es «DFGHJKL», casi ordenado con la excepción de las vocales);
b) probablemente se modifó un poco por la recurrencia de las letras en cierto idioma (tal vez francés) y para evitar los atascos de las teclas (hay que recordar que éstos se producían normalmente porque se pulsaban al mismo tiempo dos o más teclas, y era lógico que, para evitarlo un poco, se distribuyera el teclado para que no ocurriera esto tan seguido), y
c) para mayor velocidad, es decir, ubicar las letras más recurrentes en los dedos más rápidos (el índice, que normalmente debe pulsar dos teclas en una misma hilera); sin embargo, algunos aseguran que otra disposición del teclado daría mayor velocidad al escritor, aprovechando que con la computadora no hay que preocuparse por los atascos de teclas… Pero, imagínense: ¿quién estaría de acuerdo en cambiar su forma de escribir? Significaría volver a las academias de mecanografía.
PERSISTENCIA
Hay cosas que no cambian, y muestra de ello, como en aquellos tiempos en que se hacían copias al carbón; al final, para especificar que alguien tenía una copia al carbón, se indicaba al final del documento «cc».
Estas siglas han permanecido, ahora sin el sentido de que es al carbón, pero sí para manifestar que un correo electrónico fue enviado, con copia, a otra dirección.
CAMBIOS
Lejos de las dificultades que presentaban las máquinas de escribir, el traslado hacia la computadora, pasando por la máquina eléctrica, presentó sustanciales cambios.
En primer lugar, los juegos tipográficos se convirtieron en parte fundamental de la escritura. El uso de negritas y cursivas es, ahora, un recurso más. También los tamaños de letra y, aún, los tipos de fuente, son tan diversos, que hasta es más fácil cometer la torpeza de seleccionar una inadecuada.
La computadora tiene sus problemas, como si fuese un cámara de rollo frente a la instantánea, y es que el ordenador (como dirían en España) no implica una copia inmediata en papel.
A veces, un texto puede permanecer guardado por tanto tiempo, que tal vez nunca llegue a conocer la luz del sol a través del papel.
Eso sí, se hace más fácil editar, corregir, guardar, borrar o simplemente eliminar un texto literario. Si el papel todo lo aguanta, el disco duro (o la USB) aguanta más.
Y, eso, sólo en cuanto a la edición, en donde un texto puede adquirir no sólo una forma más presentable, sino que puede representar con mayor fidelidad lo que el narrador o el poeta desea trasladar.
Tiene sus desventajas, claro, porque todos estos juegos tipográficos se facilitan con la computadora, pero están destinados a leerse visualmente, y no a ser leídos en público, es decir, que alguien los lea en voz alta.
Y es que con la computadora surgen nuevos modos textuales: los pies de página, los tipos de fuente, la alineación, etc.
NUEVOS «Gí‰NEROS»
Tomando en cuenta esto, hay dos recursos que han sido utilizados para la literatura por Internet. Uno de ellos es la tecnología de los «blogs»; esto se refiere a una página de Internet, en la cual una persona puede escribir un poema o un cuento, para que los lectores puedan comentarlo. Es decir, una creación literaria tiene rápidamente lectura y respuesta. Luego, otra persona puede escribir otro cuento o poema, para continuar con el proceso. Durante un día, esta dinámica puede registrar miles de estos movimientos.
Un ejemplo de literatura en un «blog» fue el que en Internet se llamó «Weblog de una mujer gorda», y que luego fue publicada en su forma impresa, con el título «Más respeto, que soy tu madre», del argentino Hernan Casciari.
Otro tipo de tecnología que ha revolucionado el mundo de la literatura, es la tecnología de los «links». Una página de Internet tiene vínculos hacia otras páginas, con sólo pulsar en ciertos puntos con el «mouse». Esto es lo que ha sido llamado como «link», un enlace con otras páginas. Es, pues, una página inicial, que genera otras páginas más, lo cual ha sido llamado «hipertexto».
Esta tecnología ha sido utilizada en las narraciones, para que se pueda vincular con otras narraciones.
El ejemplo más famoso es la llamada Wikinovela, que tiene tres versiones: en inglés, en euskera y en español. Esta última consiste en un texto inicial, el cual fue escrito por el español Juan José Millás; pero luego, se puso a disposición de los lectores, quienes tienen acceso a modificar el texto, y crear historias enlazándolos a través de los «links». Un texto inicial conduce a otros textos, que pueden ser agregados por los usuarios.
Si a alguien no le parece el cambio que un usuario anterior ha hecho, puede modificarlo a su vez. Si quiere crear otra historia, puede hacerlo. Sin embargo, existe una serie de normativas, para que los cambios no sucedan en forma descontrolada.
La Wikinovela, que en su versión se llama «Vidas prodigiosas» (si es que alguien no lo ha cambiado aún), empezó siendo un texto de dos párrafos, y ahora es una novela de imposible lectura, escrita por un complejo autor colectivo y anónimo.
RETOS
Los nuevos retos son el integrar las técnicas de la Internet hacia la literatura, y la literatura hacia la Internet.
Y no sólo la red, sino que también otros recursos, como los mensajes de texto (así como Cortázar introdujo los telegramas), por ejemplo.
Los nuevos escritores han empezado a incorporar las representaciones de la Internet, como los chat, los blogs, los hipertextos, etc. a la literatura en papel. Muy atrás habrá quedado aquella vieja Remington que, pese a ser la primera en comercializarse, no fue, en realidad, un éxito de ventas.
La literatura, pues, ha buscado siempre nuevas formas de expresión y con las técnicas de la computadora parece que estamos frente a un terreno con bastante potencial… Incluso, no tardarán a introducirse técnicas de videos en Internet o los chats, para poner otros ejemplos de posibilidades.
Sin embargo, debo admitir que aún me gusta sacar la vieja máquina de escribir de su maletín, y teclear la ficha técnica del libro para que quede la bibliografía o, mucho mejor, escribir a mano…