De la imprecisión a la mentira


En un debate, la candidata Hillary Clinton echó chile sobre su experiencia en polí­tica exterior y manejo de conflictos al decir que siendo Primera Dama habí­a tenido que aterrizar en Bosnia bajo fuego de francotiradores y relató toda una novela de guerra sobre el incidente. Los hechos demostraron que la candidata habí­a mentido y que no hubo tales. Al aterrizar, ella y su hija fueron recibidas con todo el protocolo del caso y en vez de los tiros de los rebeldes, lo que recibió fue un ramo de flores.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Ese incidente es causa del descalabro que puede terminar por costarle la candidatura presidencial a la candidata demócrata, puesto que ha generado dudas respecto a la confianza que se puede tener en sus actuaciones y en sus afirmaciones. Según algunos expertos, los polí­ticos tienen la tendencia natural a magnificar sus actos y a irlos adornando de forma tal que al final se terminan creyendo lo que dicen y las faltas de precisión se vuelven mentiras que repiten una y otra vez porque ya se convencieron de que las cosas son como ellos han fantaseado.

El caso norteamericano ha dado lugar a muchos comentarios y publicaciones porque ese incidente de Hillary Clinton tiene abundantes antecedentes históricos que los medios de comunicación han ido publicando para mantener vivo lo que es mucho más que un simple gazapo en una declaración porque, al fin de cuentas, trata de presentar al autor de la mentira como alguien muy especial en el servicio público, sea porque se corren riesgos enormes o porque se alcanzan logros extraordinarios y en el caso de la señora Clinton ni una cosa ni otra fueron ciertas en cuanto a la participación que tuvo en el conflicto Bosnio.

La cuestión adquiere alguna relevancia aquí­ porque hemos visto declaraciones del presidente Colom que también son, cuando menos, exageraciones. Una de ellas fue cuando al hablar de la responsabilidad tributaria dijo que antes en Guatemala hablar de impuestos provocaba golpes de Estado. Es falso que en Guatemala hayamos tenido un golpe de Estado como consecuencia de una reforma fiscal. En el caso de Arbenz no era fiscal el problema sino la reforma agraria y la forma en que afectó tierras ociosas no sólo de guatemaltecos sino de las grandes empresas fruteras de Estados Unidos.

Ydí­goras, quien impulsó el Impuesto sobre la Renta, fue derrocado porque los empresarios y los militares tuvieron miedo ante la perspectiva de que Juan José Arévalo regresara al paí­s para postularse como candidato presidencial de acuerdo con la Constitución que lo permití­a, aunque Peralta dijo que el golpe era una operación de honestidad por la corrupción de la época. Y así­ podrí­amos pasar revista a golpes como el que se dio a Lucas Garcí­a, ajeno a cuestiones fiscales, y los del siglo pasado que fueron generalmente cuartelazos provocados por ambiciones personales, lo que ha sido la verdadera técnica del golpe de Estado en nuestro paí­s.

Cierto es, sin embargo, que nuestra independencia fue resultado de que los criollos de la época no querí­an pagar tributos a la corona española, pero ni siquiera dieron golpe a Gabino Gaí­nza, sino que lo compraron para que traicionara al Rey.

Tenemos un marcado desconocimiento de la historia patria y podemos crear leyendas alrededor de muchas cosas porque la gente se traga explicaciones absurdas. Un gobierno que proponga una reforma fiscal siempre encontrará oposiciones fuertes de los sectores empresariales y cierto es que éstos muchas veces tocaron la puerta de los cuarteles, pero nunca lograron nada por temas relacionados con impuestos. De suerte que no hay tal heroí­smo histórico en un gobierno que devuelve vida al pacto fiscal.