Un tanto similar ocurría con los magistrados de la Jurisdicción Constitucional, quienes no conformes con sus ya jugosos salarios, se autorrecetaban además millonarias cantidades de pesos para asegurar -de ser posible- hasta la ortodoncia canófila para sus mascotas con problemas de prognatismo o enognatismo. Y qué decir de los partidos políticos, los que como bien decía el ilustre Ingeniero, no eran más que verdaderas gavillas que así se titulan, disfrazando con ideas su monopolio del Estado, no siendo en realidad más que bandoleros que buscan la encrucijada más impune para expoliar a la sociedad; instituciones donde se proclaman las mejores intenciones y se practican bajezas abominables.
Mientras tanto, el panorama de la República era cada vez más aterrador y sombrío: los asesinatos en las calles eran el pan nuestro de cada día; en las cárceles los delincuentes de alta peligrosidad linchaban a sus enemigos en sangrientas e incontrolables trifulcas, y después de degollarlos, demostrando su baja estofa y la máxima degradación de valores como el respeto a la vida y a la dignidad humana, jugaban campantemente balompié con sus cabezas, al amparo de la cobarde complacencia de las autoridades responsables de los centros carcelarios; las violaciones de mujeres indefensas se sucedían a la vista de todos en la vía pública, sin que generalmente ningún ciudadano se atreviera a intervenir o tan siquiera a denunciar los hechos; la injusta e inequitativa distribución de la riqueza se acrecentaba cada día más, sin que eso hiciera mella alguna en la conciencia (si es que aún la tenían) del minúsculo grupo de habitantes que atesoraba la casi totalidad de la riqueza de la patria; el incendio de los bosques, la contaminación del ambiente, y la depredación del patrimonio nacional se sucedían campantemente por doquier.
En fin, la hermosa República de «Pasadetodo Peronopasanada» se había convertido en una auténtica Sodoma y Gomorra en la que parecía ser que sólo el castigo divino podía poner fin a tan calamitoso y aterrador cuadro que presentaba, pues se encontraba adormecida, vegetativa, … el espíritu se encontraba amodorrado; los apetitos acosaban los ideales por doquier, tornándose dominadores y agresivos; ya no había astros en el horizonte ni oriflamas en los campanarios; ningún clamor de pueblo se percibía ya; no resonaba pues, el eco de grandes voces animadoras.
Continuará…