De hembras y machos


Ren-Arturo-Villegas-Lara

Es complicado explicar y establecer el origen de esa contradicción que se da en nuestros días sobre la hembra y el macho. Afortunadamente la naturaleza creó ambos géneros más allá de la vida humana y en ese reino, organizado o no, la contradicción se da sin problemas y sucede con la naturalidad propia de la vida simple. Vea usted, por ejemplo, el caso del machimbre, ahora desplazado por los cielos falsos que surgen de los hidrocarburos, que es la unión de una regla macho y una regla hembra.

René Arturo Villegas Lara


La hembra se fabrica con una ranura larga, cuan larga es la duela; y el macho con un saliente largo, cuan larga también es la duela. Pues bien, la ranura recibe el saliente, y entonces se machimbran para toda la vida que les sea posible, hasta que lleguen las polillas, se coman las duelas y entonces se principian a deshacer en pequeñísimas partes que caen como arena en pisos, camas, mesas, etc. A todo esto, largos y venturosos años han pasado la duela hembra y la duela macho en plácido contentamiento, sin causales de divorcio o separación, y aquí sí: hasta que la muerte, es decir la polilla, las separa.

   Y en las plantas la naturaleza también fue y es sabia para evitar contradicciones. Fíjese usted en el maíz: la mata de milpa se poliniza a sí misma; cohabita a sí misma y produce sus hijos, dos o tres mazorcas, para que después los contradictorios machos y hembras humanos nos las comamos asadas, en atol, en tamalitos, en taxcales o en pan de elote. De manera que la mata de milpa, como es hembra y macho a la vez, no necesita pelearse consigo mismo. Hace uno meses nació en una maceta de mi casa una plantita que tenía toda la “planta” de ser mora o frambuesa. La trasplanté, creció con energía y empezó a florecer. Luego surgieron los ramilletes de frutos y me di cuenta que no era frambuesa; más tiraba a mora, sólo que muy pequeños los frutos. Hace unos días, el compañero jardinero que me ayuda en esas mis aficiones por la vida de las plantas y estar en el campo, me sacó de la duda: se trata de una mata de mora “macho”. Y da frutos; sólo que muy pequeños; pero, los produce en cantidades y uno se puede dar el lujo de fabricar un delicioso refresco natural. Con las pacayas me ha pasado igual fenómeno. Las semillas de pacaya las diseminan los amigos murciélagos y usted no sabe si al nacer la planta va a ser macho o hembra, hasta que crecen a regular tamaño. El macho no da pacayas, aunque la vaina es igual, sólo que les sale una especie de racimo, parecido a los huiscoyoles, con cientos de pepitas que se comen los murciélagos y dejan caer las semillas para que germine un pacayo. La hembra en cambio es la que da pacayas. Cuando las plantas están de crecimiento, uno no puede diferenciar el macho de la hembra: son unisex. Es hasta que crecen que surge la diferencia, aunque eso es quizá un plan de la naturaleza, porque si no, la ambición humana tumbaría a todos los machos, aunque den oxígeno y belleza tropical, para que quedaran sólo las hembras que dan pacayas y allí está el negocio del pacayero. El mismo problema sucede con los papayales. El macho sólo da unas pequeñísimas papayas que no sirven para nada; pero de ellas puede salir una semilla que termine en una hembra que sí las da bien grandotas. En todo caso, yo nunca he visto que el macho y la hembra en las plantas se anden contrariando o reprimiendo por su condición natural o si porque tienen los dos gens al mismo tiempo. Todo es quietud y paz en el horizonte.