De ex guerrillero a tosco Presidente de Uruguay


   Me llamó mucho la atención el inicio del despacho de prensa de la agencia internacional de noticias IPS, cuando anunció que habí­a asumido la Presidencia de Uruguay el ex guerrillero José Mujica, porque  declaró llanamente «Somos un paí­s que ama los fines de semana largos tanto como la libertad».

Eduardo Villatoro

  Es que «Pepe» (como lo llaman familiarmente la mayorí­a de los uruguayos), sin proponérselo deliberadamente, obsequia un discurso sencillo, ya sea frente una multitud o en pequeños cí­rculos de amigos, correligionarios, opositores polí­ticos, empresarios,  dirigentes obreros y campesinos, amas de casa, en fin, en cualquier parte donde se le escucha con deleite, incluso cuando de repente suelta palabrotas que sonarí­an  chabacanas y de mal gusto si fueran expresadas por un polí­tico o funcionario de florida hipocresí­a.

   Aunque parezca trivial, la imagen tosca, quizá rudimentaria de Mujica, sin las delicadezas de los lí­deres polí­ticos acostumbrados a presentar facetas ficticias y poses fingidas, sintetiza apropiadamente la vocación democrática y de prosperidad sin estridencias de la sociedad uruguaya, según la fotografí­a verbal de la periodista Diana Cariboni, de IPS.

   Pese a que los medios impresos y electrónicos de Uruguay han dedicado mucho espacio a exponer de relieve los aspectos más llamativos y dí­scolos de la personalidad de Mujica, un ex insurgente y cultivador de flores, la verdad es que sus propuestas tienen claros ví­nculos con la gestión de su antecesor, el presidente Tabaré Vásquez durante el perí­odo 2005-2010.

   Uruguay es una «pequeña empresa» o «una aldea grande» con abundantes riquezas naturales, describió Mujica al decir su discurso de toma de posesión en el Palacio Legislativo, cuando su mujer y presidenta del Senado, la también ex guerrillera Lucí­a Topolansky, le tomó juramento, y minutos más tarde en la Plaza Independencia, al recibir la banda presidencial de manos de Vásquez, frente a mas de 1,300 invitados internacionales, seducidos por la naturaleza simple y franca del recién elegido mandatario uruguayo, y ante una inmensa multitud que lo arropó de ví­tores y aplausos, la soleada mañana del lunes 1 de este mes.

   Entre los invitados especiales se encontraban los presidentes Cristina Fernández, de Argentina; Luis Inácio Lula da Silva; de Brasil; Evo Morales, de Bolivia; ílvaro Uribe, de Colombia; Rafael Correa, de Ecuador; el ex sacerdote izquierdista Fernando Lugo, de paraguay, y el venezolano Hugo Chávez., además de la secretaria norteamericana de Estado, Hillary Rodham Clinton.

    El flamante presidente paraguayo que pasó 13 años encarcelado en condiciones infrahumanas durante buena parte de la dictadura militar (¡cuándo no!) de 1973 a 1985, manifestó su apego a un rumbo distinto al que siguen otros gobiernos de orientación izquierdista, como el vociferante Chávez, el indí­gena Morales y aun el economista Correa, si se escuchan y leen sus palabras, como cuando dijo con asombrosa afabilidad: «No dejo de soñar con una sociedad donde lo mí­o y lo tuyo no nos  separen», aunque con realismo puntualizó que «No es poca cosa tener libertad de disentir, de respetarnos, multiplicar conocimientos y conciencia».

    Que el Altí­simo acompañe al continuador de la polí­tica del Frente Amplio en Uruguay.

     (El obrero Romualdo Tishudo, al escuchar por radio el discurso de toma de posesión del presidente José Mujica, parafraseó este refrán a un compatriota: -Nunca prives a nadie de la esperanza; puede ser lo único que los guatemaltecos aún tenemos).