Finalizamos con este artículo el homenaje al eximio director de orquesta Arturo Toscanini en conmemoración del cincuentenario de su muerte. Esta columna de viernes va también como tributo a Casiopea dorada, la inextinguible y sideral amapolita de trigo en campo de luceros.
En agosto de 1939, la tirantez en Europa está a punto de hacer crisis. Los rumores más fantásticos cunden alrededor del apacible lago de los Cuatro Cantones de Suiza. Discursos de Hitler, incidencias en la frontera polaca, amenaza de revueltas en Danzig; la bomba va a estallar muy pronto. Toscanini tuvo la visión certera de que la vieja patria no podía darle ni seguridad física ni oportunidades artísticas. Por lo tanto, determinó abandonar Europa y embarcó para los Estados Unidos.
Toscanini era todo un concepto para millones de personas, y si abandonaba Italia, algo debía de andar mal en aquel país. Tal era la opinión justificada de los funcionarios fascistas, y Mussolini era quien lo sabía mejor que nadie. Cuando Toscanini estaba por pasar la frontera de Suiza, detienen el tren. Primero eran dificultades de orden técnico y luego se declaró que el Gobierno no había dado el permiso de salida. Tras largas gestiones ante las autoridades, se le otorgó la visa correspondiente y Toscanini pudo dirigirse sin ser molestado a su nuevo destino.
En Estados Unidos con la presencia de Toscanini, se produjo un progreso musical sin precedentes. Esto se refiere a sus conciertos con la orquesta de la National Broadcasting Company ?NBC? que hace posible que millones de personas escuchen las mejores audiciones del mundo bajo el más grande de los directores de orquesta.
La NBC, considerada como una de las grandes del mundo se ve indisolublemente asociada para siempre al nombre de Toscanini.
Durante toda una vida habrán sido manifestaciones de lo descomunal, de lo misterioso las que se produjeron en la música por medio de Toscanini: reconocibles con el poder y la evidencia de grandísimas experiencias para los que creemos percibir la acción del genio pero no del todo ajenas en el caso de un Toscanini. Todo el que se ha acercado a él aunque sea sólo por fuera, presiente su grandeza y su unicidad. No es necesario ni siquiera posible, darse cuenta de aquello, en qué consiste la esencia de tal fenómeno.
El bibliotecario del Congreso de Washington, Carlos íngel, preguntado acerca de la importancia del inmortal maestro, dijo con las siguientes palabras significativas: «Toscanini despojado de toda ironía, que, por otra parte, es más comprensible en nuestro tiempo, se explica por la magia que tiene de restituir a todos los hombres, su lengua primitiva: el lenguaje de la música, que debe derivarse de la armonía de las esferas, y con ella, la creencia en la vanidad de todas las confusiones de hoy, la fe en la certidumbre de los presentimientos y en el beneficio de los misterios que nos rodean.