De directores de orquesta: Arturo Toscanini II


Este viernes continuamos con nuestro homenaje al insigne director de orquesta Arturo Toscanini, no sin antes subrayar que esta columna está dedicada a Casiopea dorada, esposa de infinitas ternuras, inextinguible y sideral amapolita de trigo en campos de lucero, que cada vez que penetra en mi alma teje una enredadera afianzadora de eternidades.

Celso Lara

En tal sentido, como lo decí­amos en columna anterior, el Conservatorio de Parma serví­a de internado a los alumnos regulares; quiere decir que la beca incluí­a el pupilaje. Arturo no se aplicó mucho al estudio del violoncelo, tocando con tanta más frecuencia el piano, en que ejecutó óperas en presencia de sus compañeros de estudio, que escucharon con atención. En ello debe de haber algo de particular.

Todos escuchaban y no oí­an la llegada del celador. Eso era grave: lo que no era enseñanza y ejercicios prescriptos, era travesura y estaba prohibido. Pusieron a Toscanini, ávido de óperas, el mote de genio , que hoy no nos asombra ya.

Se puso furioso cuando se burlaron de él llamándole por aquel mote. ¿Qué más hizo para merecerlo? Compuso música. La biblioteca del Conservatorio posee todaví­a tres partituras de piezas para orquesta que se dice son trabajos del alumno. Fueron impresos (por Guidici Strada, de Turí­n) una Berceuse para piano y varios romances, música vocal con acompañamiento de piano. Luego enmudeció el compositor, Genio siguió su carrera de violoncelista, actuó a veces en la orquesta de Parma y no tardó en dar el gran salto al paí­s de inmigración de aquel entonces: Sudamérica, más exactamente, Brasil.

Cuando la familia recibió las primeras noticias alarmantes de Arturo, La Riforma, periódico parmesano, felicitó primero al director del conservatorio.

Más hay un recuerdo del violoncelista Toscanini de Parma -puesto que las noticias de su vida no dirán nada de él, y quien más tarde habla de Toscanini, no piensa nunca en un solo instrumento, sino siempre en la orquesta entera- cuando, todaví­a hoy, él intenta señalar y destacar una cantilena de un modo muy sugestivo, la mano izquierda del director de orquesta toma la posición que garantizarí­a el violoncelista un hermoso vibrato, a no ser que apunte directamente al corazón. «El trabajo manual»de la interpretación se le ha conservado durante toda su vida…, Toscanini sólo multiplicó sus posibilidades, y da a entender -con el candor maravillosamente popular del latino, del italiano- a lo que debe servir toda «profesión»: al sentimiento más sublime, a la suprema expresión alcanzable.

Dos años después que el violoncelista de Parma hubo salido de la escuela con matrí­cula de honor, aparece en Milán, en 1887, un tomo del Anuario teatrale italiano, editado por Carozzi. Contiene todo cuanto se refiere a los empresarios italianos, a sus actores y a sus cantantes, e incluyen a Toscanini como violoncelista. El anuario circuló ampliamente en toda Europa.