De crisis en crisis


Sin ánimo de polemizar con Manuel Villacorta, en su artí­culo del domingo 24 en el matutino Siglo Veintiuno, en cuanto a su afirmación que «la crisis económica -nacional- está en caí­da libre», creo que es relativa tal afirmación. De hecho, él se lamenta y en eso comparto su percepción, de la ausencia de una estratégica polí­tica económica nacional. El desarrollo económico en nuestro paí­s se centra en lo fiscal, pues el denominado empresariado guatemalteco secularmente se ha opuesto a pagar impuestos. Entonces, emprender el impulso de una polí­tica económica, necesariamente nos lleva a centrar nuestra atención en lo fiscal, para luego intentar desenvolver lo relativo a las economí­as de escalas.

Walter Guillermo del Cid Ramí­rez
wdelcid@intelnet.net.gt

Lastimosamente el curso de la gestión pública y con ella, la actitud de la clase polí­tica, en el mejor de los casos ha sido la de una administración de crisis continuadas: de crisis en crisis. Salvo la administración del perí­odo 1996-2000, que logró implantar ese pernicioso modelo del que no hemos podido desprendernos, a pesar de las enormes lecciones en sentido opuesto en casi cualquier parte del mundo. El comportamiento económico defendido por el empresariado ha sido en total dependencia con la economí­a estadounidense.

A muchos ha disgustado la utilización de la voz «solidaridad» empleada por la administración actual, en cuanto a la atención a los más desposeí­dos. Se ha intentado ridiculizar tal esmero. La crisis de mayo pasado se tradujo en lo fiscal en el orden próximo al 6% de caí­da. Las argumentaciones para promover esa resistencia al pago de tributos se tradujeron en variadas campañas desinformativas que promoví­an el descrédito por lo gubernamental. Se manejó una «verdad» con antojo anarquista. En el ámbito polí­tico hubo «resbalones» que hoy casi nadie quiere recordar o se olvidan a propósito.

En efecto un «Diálogo Fiscal» es la quimera que por enésima vez se promueve en el paí­s. El «Pacto Fiscal» del 2001, hasta produjo en decreto mediante el cual se redistribuyó el Impuesto al Valor Agregado, el Decreto Número 32-2001, que los alcaldes de entonces recordarán como resultado de varias jornadas de lucha en pro de un incremento a sus respectivos ingresos, derivados de este impuesto indirecto.

De alguna manera con tales ingresos algunas comunas impulsaron su propia visión del desarrollo económico local, a partir del año siguiente, con el nuevo Código Municipal, se promovieron las mancomunidades de municipios y con ello las expectativas y alcances en la promoción de cadenas productivas y economí­as de escala (en el ámbito municipal), no se han detenido. Sin embargo, tales iniciativas económicas se ven torpedeadas por los grandes «empresarios» que se oponen a una verdadera competitividad.

Por tal razón hablar con ellos (los empresarios) y buscar consensos es obligado. Aunque no debieran ser los únicos interlocutores. De pronto nuestro punto de vista puede estar equivocado más o menos respecto del de ellos, pero para tener una aproximación que nos permita superar el actual estado de cosas, hace imprescindible sentarse a conversar, con ellos y con otros actores sociales del paí­s. Que puede ser tiempo (otra vez) derrochado. Es posible. Que podrí­an darse condiciones para modificar la estructura del modelo económico vigente, tal vez (necesario y obligado).

En todo caso, el resultado de este intercambio no podrá diluirse en jornadas de debate que abarquen meses. A lo sumo, representantes gubernamentales y sus interlocutores, empresarios y otros, tienen ante sí­ solo unas cuantas semanas. Plantear cualquier opción que no posibilite ser aplicable durante el actual ejercicio fiscal carece de sentido. Por ello no es solo sentarse a hablar por hablar. Todos necesitamos que haya acuerdos. Y acuerdos sustantivos, operativos y realizables en el corto plazo. No podemos volver a andar de crisis en crisis. Todos podrí­amos salir perdiendo. Y pierde más quien más tiene que perder.