De cómo conocí­ al obispo Julio Cabrera


Una tarde, de eso hace muchos años, tres adolescentes, las primeras vocaciones sacerdotales de la Diócesis de Jalapal llegaban con monseñor Miguel íngel Garcí­a Arauz, a la casona de esquina ubicada entre la primera calle y 10ª. Avenida de la Zona 1, escasa cuadra del Parque Isabel La Católica. Ahí­ estaba el Seminario Menor de la Arquidiócesis de Guatemala. Los recibió un soldado de la Compañí­a de Jesús, el Padre Charri que era el rector. De aquellos tres, uno alcanzó el sacerdocio, el padre Mario Mejí­a Tobar, se hací­a realidad lo que dice el Evangelio «Muchos son los llamados y pocos los escogidos».

Octavio Augusto Lucero Morales

La vida cotidiana en el internado era de estudio disciplina y ejercicios piadosos, una o dos veces se practicaba deporte con una llanura que se encontraba pasada la Calle Martí­. Cada dos meses retiro espiritual, siguiendo las orientaciones de San Ignacio de Loyola, que las dejó escritas en su famoso librito, por su tamaño, de los Ejercicios Espirituales.

Entre los docentes estaban los sacerdotes Luis Manresa y Formosa quien era también deflector espiritual, y más tarde rector de la Universidad Rafael Landí­var. Se destacaban Jaime Martí­nez, Belausteguie, Villabona, Neftalí­ Soto, Héctor Pineda…

El 31 de julio se celebraba la festividad de íñigo López de Ricalde más conocido como Ignacio de Loyola. Este militar que cambió la espada por la vida eclesiástica murió en 1556 y fue el fundador de la poderosa Compañí­a de Jesús. En este dí­a la capilla del Seminario se adornaba de manera especial.

En el armonio Julio Edgar Cabrera y el quichelense de apellido Curuchich quien dirigí­a el coro. En la celebración eucarí­stica el celebrante de espalda a los fieles, pues no se habí­an dado las innovaciones litúrgicas del Concilio Vaticano II en Roma. Se cantaba con fervor «Fundador sois Ignacio y general de la Compañí­a real que Jesús con su nombre distinguido, la legión de Loyola…»

Rumores del movimiento de liberación nacional

Un atardecer en que se estaba en el salón de estudio, y luego que se anunciara el diario la Hora, con el editorialazo de Clemente Marroquí­n Rojas, según el vocero, se escuchó una tronazón como de cohetillos que espantó a los pájaros que se hospedaban en los árboles de la calle. Las detonaciones se extendí­an como en busca del Palacio Nacional y de la Casa Presidencial donde residí­a el Coronel Jacobo Arbens Guzmán. Era dos aviones Mustang (Sulfatos) que volaban rápido y a baja altura. Era la invasión de la liberación encabezada por el coronel Carlos Castillo Armas. Más tarde se conocí­a de la muerte de José Stalin, dirigente de la Unión Soviética.