De cibersexo y otras adicciones


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No sé qué tan fácil sea nuestra inclinación hacia las adicciones, pero por lo que se lee en las notas de prensa y en los resultados de los ensayos científicos, particularmente entre psicólogos, están a la orden del día.  Hoy mismo aparece un artículo en El País, de España, donde se describe “el fanatismo” de algunos a las páginas eróticas.

Eduardo Blandón


Según el psiquiatra José Antonio Navarro Sanchis, citado por el diario español, coordinador del programa de disfunciones sexuales del hospital universitario Vall d’Hebron de Barcelona, “la adicción al sexo online podría considerarse una derivación de la adicción al sexo físico (…). El porno deja de ser un entretenimiento cuando la mayor parte del tiempo se destina a visualizarlo. Cuando genera problemas a nivel social, laboral y familiar, estamos ante un caso de enganche que precisa la ayuda de profesionales”.

La adicción al llamado “cibersexo” es solo una de las tantas patologías del espíritu.  En la contemporaneidad se han hecho famosas las adicciones a los celulares, los videojuegos, las páginas sociales y la mensajería, entre otras.  Las estadísticas son pavorosas.  Se sabe que en Estados Unidos, el 55% de los adultos utilizan los celulares mientras conducen, un 35% en el cine y un 33% en la mesa, mientras comen.  Algunos, incluso, reconocen su uso mientras tienen sexo (un 9%), según una encuesta.
 
Los científicos han descubierto en la naturaleza humana ciertos condicionamientos que permiten “naturalmente” las adicciones.  Gratificaciones recibidas a nivel cerebral que inducen a quedar enganchados en el juego, los celulares o la pornografía.   Navarro Sanchis explica que a nivel cerebral se activan sistemas de recompensa que producen la sensación de placer que buscan las personas.  Una vez que se disfruta la experiencia, se quiere más.

La mayor parte de quienes sufren estas patologías no lo reconocen, pero está visto que necesitan ayuda profesional.  Erick Clapton es una buena muestra de ello: “Sencillamente me convencí de que por algún misterioso motivo yo era invulnerable y no me engancharía. Pero la adicción no negocia y poco a poco se fue extendiendo dentro de mí como la niebla”.

Dado que al parecer pesa una condena sobre nuestras vidas en relación a las adicciones, vale la pena considerar nuevas alternativas.  Quizá convenga cambiar las actuales por alguna que reduzca o elimine los daños. Hay que estudiar posibilidades.