De cal y de arena en el turismo


Hace algunos dí­as, en un vuelo interno en Estados Unidos, en la revista de abril de la lí­nea aérea Continental, me topé con una publicación que me hizo sentirme orgulloso de la forma en que se presentaba a Guatemala. Un experto relata su experiencia al haber jugado golf en el campo de La Reunión, complejo construido entre los volcanes de Agua, Fuego y Acatenango, y expresaba que a su juicio era el mejor campo que habí­a conocido al sur de los Estados Unidos y recomendaba no sólo visitarlo, sino también viajar a La Antigua y lugares vecinos.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Vi que otros pasajeros leyeron atentamente el reportaje ilustrado con una vista espectacular del campo de golf y pensé que al irse convirtiendo Guatemala en un destino de los cruceros, muchos podrí­an viajar del Puerto Quetzal a La Reunión para disfrutar de ese paradisí­aco lugar. Pero este fin de semana Prensa Libre nos ilustró con fotografí­as en las que se puede apreciar la forma en que tratan a los turistas que llegan en cruceros a Guatemala y la verdad es que aquel orgullo que me provocó la publicación en la revista de Continental desapareció de inmediato porque me imagino lo que piensan de nuestro paí­s esas personas que desembarcan en medio de charcos y que tienen que hacer fila para entrar a un baño portátil para hacer sus necesidades. Y me recordé de la impresión que me causó la última vez que, retornando a Guatemala, los empleados de la Superintendencia de Administración Tributaria enviaron a turistas nacionales y extranjeros a hacer una larga y molesta cola para que les fuera revisado todo su equipaje, como si no supiéramos todos que el contrabando no se produce allí­, sino que es el gran negocio en las otras aduanas a donde llega la mercaderí­a que los mafiosos dejan pasar mediante el pago de alguna mordida. El turismo puede ser una importante fuente de ingresos para Guatemala y si comparamos la forma en que los norteamericanos y europeos buscan a Costa Rica en comparación con los que vienen a nuestro paí­s nos damos cuenta que la diferencia es abismal. Pero es que los ticos saben explotar lo que tienen, mientras que nosotros, con un potencial inmenso, lo desperdiciamos torpemente por el trato estúpido que se da a los visitantes. Ver a los turistas saltando charcos para llegar a un sanitario portátil al bajar de uno de los cruceros que atracan en el paí­s es el fiel reflejo de nuestra actitud hacia esa actividad económica en la que muchos pretenden hacer su agosto sin invertir, sin ofrecer nada a cambio más que esquilmar al visitante. Como guatemalteco sentí­ profunda satisfacción y orgullo al ver el elogioso artí­culo escrito para promover un campo de golf que puede atraer turismo con alto poder adquisitivo a nuestro paí­s y la relación que en el artí­culo se hací­a de los atractivos cercanos, incluyendo nuestra ciudad colonial que es Patrimonio de la Humanidad aunque ahora parezca un manzanillo. Como si no fuera suficiente tener que navegar contra la corriente venciendo el miedo justificado de muchos turistas a visitar un paí­s tan violento y con tanto crimen, además de eso sometemos al visitante a un trato denigrante no sólo en los puertos sino en el principal aeropuerto del paí­s. Ciegos y torpes, no atinamos siquiera a copiar lo que hacen paí­ses vecinos que, como Costa Rica, le sacan un provecho enorme a sus potencialidades que nosotros tenemos en abundancia.