David Pinto, «Lencho patas planas»


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Lamentablemente la nota de hoy, ajenamente a lo agradable de tomar distancia de la cuestión polí­tica, resulta hacer un pequeño, pero sincero y fraternal homenaje a David Pinto, mayormente conocido como Lencho Patas Planas, a los pocos dí­as de su desafortunado deceso.

Juan José Narciso Chúa

 


Los años de estudiante en la Usac me permitieron ser parte activa de los agradables e inolvidables dí­as de las Huelgas de Dolores, con todas las dificultades y peligros que entrañaron dicha participación en el segundo quinquenio de los años setenta e inicio de los ochenta, cuando el nivel de confrontación era mayor, los niveles de denuncia eran constantes y los ataques a estudiantes y profesores de la universidad nacional se hicieron recurrentes con golpes dolorosos en amigos, compañeros y docentes universitarios.

La Huelga de Dolores en aquellos años, cobraba una dimensión diferente por las condiciones de participación, por los cuidados que habí­a que tomar, por los peligros que entrañaba cualquier forma de participación estudiantil; sin embargo, esos dí­as fueron de mucho trabajo, sin perder la alegrí­a, jocosidad, broma y denuncia estudiantil.

Durante ese perí­odo conocí­ a Lencho, una persona que se daba a conocer inmediatamente, con su sombrero de cuero, sus jeans desteñidos y sus botas de vaquero, imperdible, notorio, locuaz, anecdótico, charadero y, por demás, simpático, afable y de una enorme calidad humana.

La primera vez que lo vi fue en una desfile dela Huelga de Dolores, se subió a una carroza de Económicas y empezó a contar, con su estilo peculiar, anécdotas y charadas que arrancaban la risa a todos los que participábamos en el desfile, así­ como al público que asistí­a al mismo.

Su participación se centraba en ello, no perdí­a un momento para contar charadas, hacer bromas, era un especialista en hacer reí­r, él mismo se divertí­a con ello, creo que él sabí­a que arrancarle la risa y hasta las carcajadas a las personas significaba para él un aporte positivo al corazón, al alma de cada uno que tuvo la oportunidad de estar cerca de él en diferentes oportunidades.

Su Rey Feato Vitalicio se lo ganó no sólo con honores, sino además sin mayor dificultad, cuando empezaba a hablar, como que se le hací­a imposible parar, era una broma tras broma, charada tras charada, anécdota tras anécdota, hechos que parecí­an interconectados, en un sinfí­n de cuentos, en una innumerable correlación de agradables notas campiranas y jocosas, que nos mantení­an a todos prendidos de su presentación e hilvanados por constantes risas y carcajadas; era magní­fico como Rey Feo, sin duda su Rey Feato Vitalicio, resultó indiscutible.

Tuve la oportunidad también de encontrarlo hace algunos años en los Viernes de Dolores del Portalito, un espacio común para los huelgueros de toda la vida, a donde Lencho asistí­a y a veces coincidí­a con el doctor Barnoya, ambos iconos emblemáticos de ese movimiento estudiantil de alegrí­a, denuncia, boletines y el No nos tientes.

Apunto una de sus anécdotas: “En mi pueblo una vez, decí­a Lencho, se habí­a instaurado el toque de queda y a las 12 de la noche todo el mundo tení­a que estar en su casa; unos soldados se encontraban de guardia en el parque del lugar y alrededor de las doce menos diez, vení­a un paisano corriendo hacia su casa, cuando uno de los soldados lo vio, le apuntó y le disparó; el compañero soldado le increpó: vos y por qué le disparaste si todaví­a no son las doce; el otro contestó, yo sé donde vive y ya no llegaba a tiempo…”

Así­ era Lencho, anécdotas propias de su origen rural, charadas con sabor a pueblo, bromas del campo, pero al final sabí­a tantas que resultaban un conjunto de cuentos que hoy con más razón recordaremos y seguramente todos los que supieron de Lencho, lo conocieron o compartieron su gran dimensión humana, sabremos que hemos perdido a un hombre incomparable e irrepetible. Que descanse en paz, David Pinto y su alter ego: Lencho Patas Planas.