Lamentablemente la nota de hoy, ajenamente a lo agradable de tomar distancia de la cuestión política, resulta hacer un pequeño, pero sincero y fraternal homenaje a David Pinto, mayormente conocido como Lencho Patas Planas, a los pocos días de su desafortunado deceso.
Los años de estudiante en la Usac me permitieron ser parte activa de los agradables e inolvidables días de las Huelgas de Dolores, con todas las dificultades y peligros que entrañaron dicha participación en el segundo quinquenio de los años setenta e inicio de los ochenta, cuando el nivel de confrontación era mayor, los niveles de denuncia eran constantes y los ataques a estudiantes y profesores de la universidad nacional se hicieron recurrentes con golpes dolorosos en amigos, compañeros y docentes universitarios.
La Huelga de Dolores en aquellos años, cobraba una dimensión diferente por las condiciones de participación, por los cuidados que había que tomar, por los peligros que entrañaba cualquier forma de participación estudiantil; sin embargo, esos días fueron de mucho trabajo, sin perder la alegría, jocosidad, broma y denuncia estudiantil.
Durante ese período conocí a Lencho, una persona que se daba a conocer inmediatamente, con su sombrero de cuero, sus jeans desteñidos y sus botas de vaquero, imperdible, notorio, locuaz, anecdótico, charadero y, por demás, simpático, afable y de una enorme calidad humana.
La primera vez que lo vi fue en una desfile dela Huelga de Dolores, se subió a una carroza de Económicas y empezó a contar, con su estilo peculiar, anécdotas y charadas que arrancaban la risa a todos los que participábamos en el desfile, así como al público que asistía al mismo.
Su participación se centraba en ello, no perdía un momento para contar charadas, hacer bromas, era un especialista en hacer reír, él mismo se divertía con ello, creo que él sabía que arrancarle la risa y hasta las carcajadas a las personas significaba para él un aporte positivo al corazón, al alma de cada uno que tuvo la oportunidad de estar cerca de él en diferentes oportunidades.
Su Rey Feato Vitalicio se lo ganó no sólo con honores, sino además sin mayor dificultad, cuando empezaba a hablar, como que se le hacía imposible parar, era una broma tras broma, charada tras charada, anécdota tras anécdota, hechos que parecían interconectados, en un sinfín de cuentos, en una innumerable correlación de agradables notas campiranas y jocosas, que nos mantenían a todos prendidos de su presentación e hilvanados por constantes risas y carcajadas; era magnífico como Rey Feo, sin duda su Rey Feato Vitalicio, resultó indiscutible.
Tuve la oportunidad también de encontrarlo hace algunos años en los Viernes de Dolores del Portalito, un espacio común para los huelgueros de toda la vida, a donde Lencho asistía y a veces coincidía con el doctor Barnoya, ambos iconos emblemáticos de ese movimiento estudiantil de alegría, denuncia, boletines y el No nos tientes.
Apunto una de sus anécdotas: “En mi pueblo una vez, decía Lencho, se había instaurado el toque de queda y a las 12 de la noche todo el mundo tenía que estar en su casa; unos soldados se encontraban de guardia en el parque del lugar y alrededor de las doce menos diez, venía un paisano corriendo hacia su casa, cuando uno de los soldados lo vio, le apuntó y le disparó; el compañero soldado le increpó: vos y por qué le disparaste si todavía no son las doce; el otro contestó, yo sé donde vive y ya no llegaba a tiempo…â€
Así era Lencho, anécdotas propias de su origen rural, charadas con sabor a pueblo, bromas del campo, pero al final sabía tantas que resultaban un conjunto de cuentos que hoy con más razón recordaremos y seguramente todos los que supieron de Lencho, lo conocieron o compartieron su gran dimensión humana, sabremos que hemos perdido a un hombre incomparable e irrepetible. Que descanse en paz, David Pinto y su alter ego: Lencho Patas Planas.