La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales -Flacso-, hace varios años, realizó y sirvió un postgrado en Medio Ambiente. Dentro de los catedráticos que participaron activamente en trabajo de campo, adicionalmente a las cátedras magistrales que fueron dictadas, menciono, dado el tema de este artículo, al ingeniero César Castañeda Salguero, autor de varios textos universitarios, dentro de los cuales destacó «Sistemas lacustres de Guatemala» -Recursos que mueren-, de donde trasladaré un segmento que me parece interesante para suministrarlo a los distinguidos lectores de La Hora como un aporte a su conocimiento general.
Antes deseo explicar que los lagos tienen varios orígenes desde el punto de vista geológico y social. De los orígenes geológicos son: de origen volcánico; de origen tectónico (Por levantamiento de la plataforma marina) y, Origen en cambio del curso de los ríos o inundaciones.
Cito: «La mayoría de lagos y lagunas del macizo central guatemalteco tales como Atitlán (Sololá), Amatitlán (Guatemala), Gí¼ija (Frontera Guatemala-El Salvador) y Ayarza (Santa Rosa) se originaron luego de intensa actividad volcánica acompañada de fallamientos gravitacionales. Newhall (1987), cree que la cavidad que contiene el bello lago Atitlán; es una caldera, de acuerdo a sus explicaciones, dicho lago es producto de un largo proceso tectónico y volcánico de casi 14 millones de años en el que unos volcanes surgieron, explotaron y desaparecieron dando origen a otros; este proceso cíclico, según las evidencias geológicas, se ha repetido por lo menos en tres ocasiones; así, se formaron macizos montañosos como la de María Tecún. El último ciclo empezó hace un millón de años y hace 84,000, siguiendo el ciclo, se produjo una voluminosa erupción formando la caldera en cuestión».
Puedo agregar que el proceso de la formación del lago de Atitlán es similar al de la formación del lago Maracaibo en Venezuela, probablemente debido a su fallamiento gravitacional en los lineamientos sur-norte. De allí, probablemente, los campos y áreas productoras que posee y las características petrofísicas y sedimentarias que contribuyeron al génesis y migración del petróleo en esa cuenca petrolífera.
«Investigadores como Williams (1960) han encontrado las suficientes evidencias que explican como de origen volcánico varios lagos guatemaltecos. Un ejemplo ilustrativo lo constituye el lago Amatitlán, que descansa en una depresión localizada al sur de la ciudad de Guatemala y en la base norte del complejo volcánico del Pacaya. Es una cavidad de origen tectónico-volcánica cuya forma irregular es producto de diferentes eventos en el último millón de años y del colapso de sus paredes durante erupciones de ese complejo volcánico. En cuanto a la depresión que contiene el lago de Ayarza, semejante a un «ocho», Williams explica que es un cráter del tipo Krakatoa, formado en el Cuaternario (en el último millón de años) cuando las cimas de dos conos volcánicos colapsaron en la medida que se vaciaban de magma, principalmente por voluminosas erupciones de material piroclástico ácido».
Cuando el pensamiento vuela y permite imaginarnos, muy escuetamente, la forma en que se llevaron a cabo los cataclismos para formar geológicamente a Guatemala, no nos queda más que agradecer al Supremo Hacedor, que haya formado a la Tierra para que la disfrutemos en usufructo los humanos, en nuestro brevísimo paso por el planeta y… como obsequio adicional, poder ver esta micro parte de la Vía Láctea que está al alcance de nuestra cortísima visión.