DARWIN Y LA CREACIí“N DE LA EVOLUCIí“N


Nadie pone en duda la permanente presencia de la evolución y es más, todos aceptan como un hecho incontrovertible que todas las especies de los seres vivos sobre la Tierra están en indetenible evolución, ya sean estos seres unicelulares como una salmonella y como el más sofisticado ser viviente existente como lo es el hombre.

Dr. Carlos Pérez Avendaño

La Biologí­a nos dice, al respecto de los seres vivos, que una de sus caracterí­sticas es la capacidad de multiplicarse, de reproducirse, y entonces uno le pregunta a los evolucionistas anticreacionistas ¿cómo fue que, según ellos, de la materia inerte apareció el primerí­simo ente con capacidad de respirar, nutrirse y de multiplicarse?, ¿de donde provení­a, quién fabricó esa célula primigenia? Y el cientí­fico no creyente responderá, «de otra igual a ella».

Pero… ésta a su vez, ¿de donde vino? Y el evolucionista no creyente terminará por fin preguntándose ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?

Y así­ al meditar sobre ese inentendible proceso algunos evolucionistas llegan a afirmar que la vida es consecuencia de la interacción quí­mica de material atómico y molecular, de millones y millones de partí­culas de materia que se ponen de acuerdo y deciden conjuntarse en perfectí­simo orden y así­ conformar no sólo la Tierra sino una célula prokariota que sabe respirar, nutrirse y partirse en dos, y en dos, y en dos, y así­ multiplicarse.

Pero? es aquí­ cuando el evolucionista no creyente se detiene y se pregunta: ¿de donde salieron esas partí­culas de materia, esos protones y electrones? ¿Quién los puso en orden para así­ crear la materia? Llega entonces a la obligada conclusión de que fue una invisible sabidurí­a primigenia, aquel diseñador inteligente que es el Creador y quien de la nada sacó la materia y la luz.

El desacuerdo y la polémica continúan cuando se hace la obligada pregunta: ¿cómo fue que hizo su aparición el primerí­simo ser vivo sobre la Tierra? Y retrocediendo otro poco más tiene que preguntarse, ¿cómo surgió la Tierra?

Y el no creyente se pregunta, ¿cómo fue que la materia, los átomos y moléculas carentes de vida sintieron la necesidad de vivir y entonces se agruparon y fabricaron la primerí­sima célula? Cómo sabí­an el camino para encontrar la vida y hacerse vivientes y haciendo uso de su saber partirse en dos y multiplicarse, ¿de dónde salieron esos saberes?, ¿quién les dijo cómo? y ¿cómo fue que las células decidieron conjuntarse para hacerse araña o mariposa, o chimpancé u hombre? Ese acontecer, señor evolucionista, anticreacionista ¿quién lo ordenó y les dijo como tení­an que hacerlo?, ¿o fue de ellas que salió la iniciativa?

Esas preguntas se las harán aquellos que no creen en la creación, pero es entonces que los evolucionistas neo-Darwinianos tendrán que aceptar en su intimidad, así­ como lo hizo Darwin, la presencia de ese animador que anima la materia, materia que también por él fue creada. Creador que lo crea todo, la materia, la luz, los cielos y la Tierra y los seres que viven y evolucionan, ameba, chimpancé u hombre. Seres vivientes, y todos ellos, absolutamente todos estos seres fueron creados, y viven, y durante su vivir, evolucionan.

No podrí­a evolucionar un ser que antes, no haya sido creado.

Se infiere así­ la obligada presencia de un sapientí­simo Creador que allí­ está y que creó la evolución. Creador que ha creado el Escherichia Coli que vive, evoluciona y se hace resistente a la penicilina, que creó al perro que evoluciona y aparecen el Chihuahua y el San Bernardo y que creó al hombre que vive y evoluciona y aparecen sus diferentes razas.

La indetenible evolución de todo lo viviente que ya antes ha sido creado es un indiscutible acontecer.