Daños colaterales



Hemos venido insistiendo en lo perjudicial que es para el paí­s la pérdida de confianza de los ciudadanos en el sistema financiero nacional y lo ocurrido ahora con el Banco de Comercio viene a ser otra muestra de cuán frágil es la situación y lo delicado que es el manejo de la información, porque al final de cuentas estamos entrando a una peligrosa espiral en la que pueden producirse muchos sobresaltos.

Las autoridades han sido parcas y tratan de minimizar el impacto de la crisis del Banco de Comercio sobre la base de que es una entidad pequeña, con no muchos clientes y que por lo tanto su impacto no será similar a la del Banco del Café. Sin embargo, la gran diferencia entre uno y otro caso está en el Fondo de Protección del Ahorrante, FOPA, puesto que mientras para el caso de Bancafé operó ese mecanismo legal de salvataje para cubrir los depósitos, hay que decir que actualmente ese fondo ya no existe porque se lo comieron los clientes del Banco del Café.

Ahora tiene que buscarse una entidad financiera que se haga cargo de las cuentas, por modestas que puedan ser, del Banco de Comercio, pero tendrán que diseñar mecanismos financieros para atender a los clientes, porque no hay FOPA del cual se pueda echar mano como pasó con la crisis anterior, al menos en la cantidad requerida.

Los personeros del banco afectado han dicho que les hizo mucho daño el retiro de depósitos por un monto cercano a los sesenta millones producto del temor del público ante la falta de moneda y por las crisis de otros bancos. Y es que todos los bancos han sufrido como consecuencia de esa falta de confianza porque la gente no se siente cómoda cuando llega a cambiar algún cheque o retirar dinero de sus cuentas y se encuentra con limitaciones. De esa cuenta se ha propagado una tendencia, en espiral constante, para mantener el dinero en efectivo y sin confiarlo a los bancos, lo que va siendo ya una bola de nieve cuyos efectos resultan difí­ciles de predecir.

Y lo peor de todo es que para calmar los ánimos, la Superintendencia de Bancos tiene que decir que todo está bien, que es un caso aislado y que no debe cundir el pánico. Pero eso dijeron cuando lo del Banco del Café y ahora la gente que lo recuerda se pregunta si las nuevas señales de calma que se están enviando son iguales a las de entonces y a las anteriores. Insistimos en que la credibilidad es fundamental y por lo tanto es momento de que las autoridades hagan una exposición clara y contundente sobre la realidad, sin subterfugios ni tapujos. Es preferible encarar la realidad, por dura que pueda ser, que seguir alimentando la desconfianza cuyos daños colaterales estamos viendo en una dimensión que aún no podemos terminar de prever. En materia de comunicación sobre temas delicados, no hay sustituto para la verdad.