Desde su puesto, Rasmussen deberá dejar claro desde el primer momento que no se encuentra ahí para llevar a cabo una cruzada contra el mundo musulmán ni para transformar a la Alianza Atlántica en una policía mundial, según diplomáticos y responsables de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Para este liberal danés que desde su cargo como primer ministro de su país apoyó la intervención estadounidense en Irak y defendió el derecho de la prensa danesa a caricaturizar a Mahoma, la tarea se anuncia delicada.
Justamente fue este problema de imagen el que alegó Turquía el pasado abril para oponerse a su candidatura a suceder al holandés Jaap de Hoop Scheffer, cuyo mandato finaliza este viernes.
Según Ankara, nombrando a Rasmussen secretario general, la Alianza Atlántica corría el riesgo de ser acusada de hacer la guerra al islam en momentos en que intensifica sus operaciones en Afganistán contra los talibanes y Al Qaida.
Desde entonces, el danés se ha esforzado en desplegar sus mejores artes hacia Turquía.
Rasmussen «hizo una gira por las capitales empezando por Ankara y nombró como jefe de su gabinete al actual embajador danés en Turquía, Jesper Vahr», apunta un alto responsable de la OTAN.
El «problema» inmediato de Rasmussen será que los otros aliados acepten las promesas que fueron formuladas a Ankara para que aceptara su candidatura, asegura esta fuente.
Turquía habría obtenido en efecto la reserva de un puesto inédito de secretario general adjunto encargado de las Asociaciones de la OTAN, según las fuentes.
Rasmussen cuenta al menos con una ventaja: a la página iraquí, que sacudió a la OTAN, ya se le dio la vuelta.
Pero le esperan otras cuestiones delicadas, como las relaciones con Rusia, que provocan divisiones en el seno de la Alianza.
Las capitales que más se opusieron a la intervención en Irak -París, Berlín, Bruselas-, son también las que más reticencias plantean a la idea de integrar a Ucrania y Georgia en el seno de la OTAN, frente a Washington y Londres, los mayores partidarios.
Tras los desencuentros diplomáticos que originó el breve conflicto ruso-georgiano de agosto de 2008, la asociación OTAN-Rusia acaba de ser relanzada con poco entusiasmo.
Pero en muchos ámbitos -desarme convencional, ampliación de la OTAN, defensa antimisiles, Afganistán o el programa nuclear iraní-, el diálogo con Moscú es indispensable.
Rasmussen asume por otro lado el mando de la OTAN coincidiendo con un debate interno sobre el nuevo «concepto estratégico» de la Alianza, un texto previsto para ser adoptado a fines de 2010 en Portugal, y llamado a definir su futuro papel en el mundo.
Hasta entonces, las conversaciones se presentan arduas, divididas entre la postura de Estados Unidos, que preconiza un nuevo papel «global», y la de algunos países como Francia y Alemania, apegados a su estatuto tradicional de alianza militar regional.
Rusia sigue el debate con desconfianza: el secretario general adjunto de su Consejo de Seguridad, Vladimir Nazarov, previno recientemente a los aliados contra la ambición de jugar a ser «los policías del mundo».
Rasmussen se muestra consciente de los retos. En su perfil de Facebook, el danés afirmó que aprovecharía sus vacaciones de julio en Francia para «descansar ante el programa extremadamente cargado» que le espera a partir del lunes.
El danés Anders Fogh Rasmussen, un político experimentado que ha sabido conjugar firmeza y compromiso, es uno de los más fieles aliados de Estados Unidos en el seno de la OTAN, al punto de que logró involucrar a la pacifista Dinamarca en los conflictos armados en Irak y Afganistán.
Desde su elección al puesto de primer ministro en 2001, Rasmussen se alineó detrás de George W. Bush, del que se convirtió en un amigo cercano.
«Uno de sus boys», ironizó la oposición danesa de izquierda, que criticó su política «calcada ciegamente» sobre la del ex presidente estadounidense, y su defensa de la cárcel norteamericana de Guantánamo en nombre de la lucha contra el terrorismo internacional.
Al romper con la tradición pacifista del pequeño reino escandinavo, Rasmussen hizo de Dinamarca un Estado combatiente, entre los primeros en involucrarse en Afganistán.
Actualmente es el primer país que contribuye a las fuerzas de la OTAN en relación al número de habitantes, y es también el país que registró más bajas.
En marzo de 2003, Rasmussen también involucró a su país en la guerra en Irak, con el apoyo de una mayoría estrecha en el Parlamento, a pesar de una oposición hostil y de una opinión dividida.
Luego de más de siete años como primer ministro de un gobierno de centro-derecha, este hombre de 56 años, casado y con tres hijos, austero pero carismático y con estatura de atleta, es considerado «un bueno organizador y un estratega emérito», según el comentador político Hans Engell.
El político, que suele asegurarse de seguir su programa a la letra, y que maneja a la perfección el francés y el inglés, es conocido por su sentido del compromiso y por su firmeza, como por ejemplo cuando defendió la libertad de expresión («piedra angular de la democracia», según él) en el caso de las caricaturas de Mahoma en 2005.
En esa oportunidad apoyó al diario danés Jyllands-Posten, que había publicado dibujos satíricos del profeta, a pesar de las violentas protestas contra Dinamarca en el mundo musulmán.
Rasmussen es el primer jefe de gobierno en ejercicio en ser elegido secretario general de la OTAN. Para ello tuvo que renunciar a sus funciones de primer ministro.
«Soy ante todo un dirigente político. Lo era como primer ministro y lo soy también como secretario general. Por eso me eligieron», declaró a finales de junio al periódico mensual Berlingske Nyhedsmagasin.
Este ultraliberal convertido en pragmático también fue muy activo en el campo de la política extranjera.
Su gran éxito internacional fue la ampliación de la Unión Europea a los países del Este, decidida en diciembre de 2002 luego de la presidencia danesa de la UE. Una victoria diplomática que le permitió tejer «una red de amistades» que «también será muy útil» en la OTAN, considera.
Economista de formación, Rasmussen entró en el Parlamento en 1978, subiendo los escalones hasta ser varias veces ministro en el gobierno del conservador Poul Schlí¼ter (1982-1993), y luego presidente del partido liberal desde 1998.
Accedió al poder en noviembre de 2001 y se mantuvo en el puesto de primer ministro gracias al apoyo del Partido del Pueblo Danés (extrema derecha).
Rasmussen, que se convirtió recientemente en abuelo, practica jogging, esquí y kayak.