Dallas deja atrás estigma de asesinato de Kennedy


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La ira es evidente en la carta enviada a la municipalidad de Dallas el 23 de noviembre de 1963, un día después de la tragedia. Esta ciudad, dice la misiva, «virtualmente invitó al pobre diablo que acabó con la vida del presidente Kennedy a hacerlo en Dallas». Y agrega, «Dallas, la ciudad del odio; Dallas, la ciudad de la vergüenza».

Por JAMIE STENGLE DALLAS /AP

Mientras la nación y el mundo conmemoran este año el 50mo aniversario del asesinato de John F. Kennedy, Dallas vuelva a acaparar la atención. La carta, una de las muchas que recibió la municipalidad después del asesinato, demuestra que la ciudad instantáneamente se convirtió en el blanco de la furia, el resentimiento y la confusión generados por el episodio, actitudes que han acosado a Dallas en las décadas subsiguientes.

Había una profunda hostilidad hacia Kennedy y su política por parte de los residentes de Dallas, que expresaron en varios incidentes antes del asesinato. Eso provocó al malestar contra la ciudad. Han transcurrido cinco décadas desde el asesinato del 22 de noviembre de 1963, que han dado paso a la reflexión.

Los residentes ya no son mal vistos cuando dicen que son de Dallas, como ocurría en el pasado. Una década después del asesinato, al alcalde de la ciudad Wes Wise un gobernante de otra ciudad le preguntó qué se sentía al ser el líder de «la ciudad que mató a Kennedy».

A la ciudad le costó hacer frente al legado del asesinato y el estigma que generó, y sus dilemas se vieron reflejados en el debate sobre la suerte del Almacén de Libros Escolares de Texas, desde donde Lee Harvey Oswald le disparó a la caravana presidencial desde una ventana del sexto piso.

El edificio del antiguo almacén pudo haber sido destruido, pero ahora es el local del Museo del Sexto Piso en la Plaza Dealey, dedicado a contar la historia de lo que sucedió ese día.

«La historia del museo también es la historia de Dallas», destacó Stephen Fagin, curador adjunto. «Se trata de la historia de la ciudad y cómo la ciudad ha superado ese prolongado estigma de esa aciaga historia».

«Bienvenido a Dallas señor Kennedy». Ese era el titular de largo a largo publicado en un aviso pagado en el diario The Dallas Morning News el 22 de noviembre de 1963, mientras el presidente viajaba a la ciudad para reparar rencillas políticas.

Estaba claro que el aviso era sarcástico: Incluía una serie de preguntas hostiles que dejaban entrever que era un simpatizante del comunismo. Al leerlo, Kennedy le dijo en broma a la primera dama Jacqueline Kennedy que «se dirigían a un país chiflado».

Unas semanas antes, su embajador ante las Naciones Unidas, Adlai Stevenson, había sido interrumpido por arengas de un grupo de ultra conservadores mientras pronunciaba un discurso. Frank McGehee, un hombre de Dallas que había fundado un grupo anticomunista Convención Nacional de la Indignación, le gritaba preguntas a Stevenson a través de un megáfono hasta que la policía se lo llevó. Personas en la audiencia interrumpieron vociferantes el discurso de Stevenson y cuando salía una mujer lo golpeó en la cabeza con un cartel de protesta.

«Estuvo en los titulares de todo el país», recordó Darwin Payne, catedrático emérito de comunicaciones de la Universidad Metodista del Sur, que era periodista del diario Dallas Times Herald en 1963.
Tres años antes, durante la campaña presidencial de 1960, los manifestantes acosaron al candidato a la vicepresidencia de Kennedy, Lyndon B. Johnson y a su esposa Lady Bird mientras cruzaban una calle céntrica de Dallas de un hotel a otro.

En un banquete en la Casa Blanca en 1961, el director del Dallas Morning News, E. M. «Ted» Dealey, le dijo a Kennedy abiertamente que se necesitaba un «hombre a caballo» para dirigir la nación, no alguien que «monta la bicicleta de Caroline», haciendo referencia a la pequeña hija de Kennedy. James F. Chambers, del diario rival Dallas Times Herald, se puso de pie y le dijo a Kennedy que las opiniones de Dealey no representaban a todo en Dallas. El hecho fue seguido por una guerra de editoriales.

Además del grupo de McGehee, la Sociedad John Birch, fervientemente anticomunista, tenía una activa filial en Dallas. Y el general Edwin Walker, que no tenía pelos en la lengua y había renunciado al ejército después de ser reprendido por distribuir entre su tropa propaganda derechista, se fue a vivir a Dallas.

Días antes de la visita de Kennedy aparecieron en las calles volantes que simulaban ser carteles policiales sobre un prófugo de la justicia con la foto del mandatario y el aviso «Se busca».

«Dallas comenzó a ser llamada ‘Ciudad del Odio’ debido a los conservadores extremistas, los ultraderechistas, que sabían cómo generar publicidad», destacó Gary Mack, curador del Museo del Sexto Piso, quien añadió: «Mucha gente sabía de su existencia pero no tenían muchos seguidores».

En realidad, cuando Kennedy y la primera dama llegaron a Dallas después de jubilosas escalas en San Antonio, Houston y Fort Worth, el cielo estaba luminoso y un numeroso público les dio el recibimiento. Mientras la caravana de vehículos llegaba hacia el sector céntrico, Kennedy hizo detener su vehículo para poder saludar a un grupo de niños en fila.

Se calcula que el público iba de 150.000 a 200.000 personas, aproximadamente un tercio de la población de la ciudad en ese momento, señaló Mack. «Si miras las películas y las fotografías no se ven más de dos o tres carteles negativos. No había nada más que algarabía».

Wise, el futuro alcalde que era un reportero de la Radio y TV KRLD en 1963, coincide en eso. «Había un público tan animado que mis temores casi se disiparon», señaló Wise.

Casi al final de su ruta, la caravana se acercaba al almacén de libros escolares, situado frente a la Plaza Dealey, un área cubierta de césped que conmemoraba la fundación de Dallas en 1841. La primera dama de Texas Nellie Connally, sentada junto a su esposo frente a los Kennedy en la limosina, recordó que le dijo: Señor Presidente con certeza no puede decir que Dallas no le quiere». Momentos después se escucharon los disparos de fusil.

Al alcalde Earl Cabell le llovieron cartas de todo el mundo con críticas a Dallas, las cuales forman parte de los documentos que guarda en la Universidad Metodista del Sur, que figuran entre los patrocinadores de una serie de programas públicos que se realizan para conmemorar el aniversario.

Una persona alude en una carta que el hecho ocurrió por la «demencia» que predominaba en la ciudad y su política, mientras que otra expresaba incredulidad de que el mismo Oswald hubiese sido baleado mientras era escoltado por la policía.

Oswald no formaba parte de ningún contingente derechista (en realidad le había disparado al general Walker en abril de 1963). Era un simpatizante de marxismo que vivió en la Unión Soviética, pero su motivación en el asesinato continúa siendo nebuloso.

Algunas cartas enviadas al municipio expresaban condolencias y apoyo, y los líderes comenzaron a contemplar cómo sobreponerse.

Stanley Marcus, que dirigió la tienda de lujo Neiman Marcus, con sede en Dallas, escribió un editorial pagado el Día de Año Nuevo de 1964 en el que exhortó a erradicar un «espíritu absolutista» de la ciudad. J. Erik Jonsson, co-fundador de la firma Texas Instruments, que sucedió a Cabell como alcalde, anunció su iniciativa «Objetivos para Dallas», que reportó el nuevo aeropuerto internacional Dallas-Fort Worth, jardines de infantes en las escuelas públicas y otros cambios.

El actual alcalde de Dallas Mike Rawlings opinó que el programa «fue un proceso de curación al igual que un proceso de planificación».

Una docena de años después del asesinato, cuando Lindalyn Adams fue nombrada presidenta de la Comisión Histórica del condado Dallas, comenzó a visitar los edificios del condado adyacentes a la Plaza Dealey y notó que mucha gente quería visitar el lugar donde el presidente fue asesinado.

«No importaba si el clima estaba helado o muy caluroso. A cualquier hora del día o de la noche había gente en esa zona», indicó. En 1970, el Almacén de Libros Escolares de Texas, el recuerdo más visible del asesinato, seguía vacío después que la compañía de libros cambió de local. Un pequeño grupo pidió comprar el edificio y derribarlo, pero el concejo municipal aprobó una orden en 1972 que prohibía la demolición.

Finalmente, el condado compró el edificio en 1977 y abrió oficinas en el lugar en 1981, pero el sexto y séptimo pisos continuaron vacíos. Pronto, Adams se embarcó en una misión de convencer a los residentes de Dallas de que algo se debería hacer en el lugar para explicar lo que sucedió ahí ante el gran interés que mostraban los visitantes en ese sitio.

Estaba claro que se trataba de determinar cuál era el significado de este lugar. Por un lado, dijo Fagin, estaban los visitantes de afuera, «que querían tener a dónde ir para vivir una experiencia del evento» y por el otro «la gente de Dallas, que temía que el edificio se convirtiese en una especie de santuario a Oswald o aún más, en una mayor vergüenza para la ciudad». El sexto piso fue finalmente abierto al público en 1989.

En los últimos años, Dallas ha sido más asociada con los Cowboys, el equipo de fútbol americano, y con la serie de televisión «Dallas». Pero el 50mo aniversario ha provocado una reflexión en toda la ciudad.

Con el fin de contrarrestar el apodo de la «Ciudad de Odio», una organización sin fines de lucro, 29 Pieces, se ha unido con otras agrupaciones para impulsar el Proyecto Dallas AMOR, en el cual los participantes aprenden sobre el legado de Kennedy y crean trabajos de arte para expresar el «amor que hay en Dallas».

El Museo de Arte de Dallas inauguró una exhibición conmemorativa: Reúne los trabajos de arte que los residentes de Fort Worth habían prestado para decorar el cuarto de hotel de los Kennedy la noche que se quedaban en la ciudad. El Centro de Escultura Nasher realizará un concierto en el cual se estrenará una composición comisionada para la ocasión. El Museo Sexto Piso realizará una serie de charlas de personas que tengan algún tipo de relación al 22 de noviembre.

La municipalidad conmemorará la fecha con una solemne ceremonia en la Plaza Dealley durante la cual habrá tañidos de campanas, un momento de silencio y lecturas del historiador David McCullough de los discursos de Kennedy.

«Deseamos ser muy respetuosos», dijo el alcalde Rawlings. «Deseamos ser lúgubres porque este es un momento lúgubre y proyectar una sensación de sobriedad, algo que esta ciudad exhibe en sus mejores momentos».