Dalai Lama: «Tí­bet es un infierno»


Un tibetano exilado en Alemania, hace una protesta pidiendo la liberación de su paí­s.  FOTO LA HORA:  AFP THOMAS LOHNES

El Dalai Lama acusó hoy a China de haber convertido al Tí­bet en un «infierno» y de haber matado a «cientos de miles de tibetanos», al cumplirse el 50º de aniversario de la insurreción que llevó al lí­der espiritual a exiliarse y a Pekí­n a reforzar la seguridad.


Mientras las autoridades chinas desplegaban masivas fuerzas de seguridad en toda la meseta tibetana para prevenir protestas, el Dalai Lama volvió a reiterar su reivindicación de una «autonomí­a significativa» para su paí­s natal desde su exilio en Dharamsala, en el norte de India.

Los habitantes de la capital tibetana, Lhasa, afirmaron que no habí­a manifestaciones hoy por la mañana y el presidente del gobierno autónomo de Tí­bet aseguró que la ciudad estaba en calma. Sin embargo, la calma parecí­a debida a la presencia de soldados y policí­a patrullando las calles.

La policí­a china expulsó a tres periodistas de una zona tibetana del oeste de China y afirmó que otras ciudades de la región estaban cerradas a los extranjeros.

En un discurso pronunciado en un templo del Himalaya indio el Dalai Lama, Premio Nobel de la Paz 1989, afirmó que «estos últimos 50 años han sido de sufrimiento y destrucciones para el territorio y el pueblo del Tí­bet».

«Una vez ocupado Tí­bet, el gobierno comunista chino ha realizado allí­ toda una serie de campañas de violencias y represión (…) Los tibetanos han vivido literalmente un infierno en la Tierra», acusó el lí­der del budismo tibetano.

«Consecuencia inmediata de estas campañas: la muerte de cientos de miles de tibetanos», fustigó.

La diáspora tibetana convocó manifestaciones con motivo del 50º aniversario de la rebelión, en Dharamsala pero también en capitales como Katmandú y Canberra.

Manifestantes protibetanos y policí­a se enfrentaron brevemente en la capital australiana y en el interior de un monasterio en Nepal. En Suiza, unos 120 edificios oficiales amanecieron con una bandera tibetana.

Pekí­n reaccionó acusando al Dalai Lama de «propagar rumores», al tiempo que afirmaba no querer responder a las «mentiras» del lí­der espiritual del budismo tibetano.

«La camarilla del Dalai Lama no distingue lo verdadero de lo falso. Propaga rumores», declaró un portavoz del ministerio chino de Relaciones Exteriores, Ma Zhaoxu.

«Las reformas democráticas en el Tí­bet son las más amplias y las más profundas de su historia», afirmó el portavoz.

Ma Zhaoxu aprovechó la ocasión para pedir al Congreso estadounidense que rechace un proyecto de resolución de apoyo al Tí­bet.

Tras la invasión y la ocupación de Tí­bet por China en 1950-1951, el 14º Dalai Lama huyó el 17 de marzo de 1959 y cruzó la frontera india el 30 de ese mismo mes, cerca de tres semanas después del inicio de una rebelión contra el régimen chino en Lhasa violentamente reprimida.

Incluso «hoy en dí­a, los tibetanos de Tí­bet viven permanente atemorizados: su religión, cultura, lengua e indentidad está amenazadas de desaparición. Los tibetanos son considerados como criminales que sólo merecen la muerte», subrayó el Dalai Lama.

Sin embargo, el lí­der espiritual tibetano -polí­tico pragmático y gran diplomático- siempre ha defendido una estrategia de no violencia y conciliadora hacia China y renunció hace mucho tiempo a la independencia a favor de una diplomacia denominada de «la ví­a intermedia» que defiende una simple «autonomí­a cultural».

«Nosotros, los tibetanos, estamos buscando una autonomí­a legí­tima y significativa que nos permitirí­a vivir en el marco de la República Popular de China», afirmó el Dalai Lama, de 73 años.

«No me cabe ninguna duda: la justicia prevalecerá en la causa tibetana», afirmó, llamando de nuevo de cierta ambivalencia a los tibetanos, a los que pidió «esperar todo lo mejor y prepararse para lo peor».

CONMEMORACIí“N Extrema seguridad


China extremó las medidas de seguridad hoy con ocasión del 50º aniversario de la revuelta tibetana reprimida a sangre y fuego, colocando fuerzas del orden en los pueblos tibetanos, puestos de control en todos los caminos y prohibiendo toda actividad pública.

Los periodistas extranjeros, que trataron de ir a las regiones vecinas del Tí­bet, en el oeste de China, no fueron bien recibidos. Y la tensión era evidente.

«No es un lugar público, ustedes no pueden estar aquí­», declaró un oficial de policí­a a tres periodistas, antes de ordenarles que partieran de la ciudad de Lajia, una zona tibetana en las montañas de la provincia de Qinghai, junto a la región autónoma del Tí­bet.

Los periodistas pudieron llegar al monasterio de Lajia, pero los monjes se negaron a hacer declaraciones, aparentemente por miedo a represalias.

En las rutas de esta región habí­a puestos de control, y la vecina ciudad de Guomaying era patrullada por unos 20 policí­as con uniformes antimotines.

Otros periodistas extranjeros describieron despliegues militares en la meseta tibetana.

Unos seis millones de tibetanos viven en el Tí­bet y las regiones circundantes, como Qinghai.

Los periodistas extranjeros no pueden viajar por su cuenta al Tí­bet.

Sin embargo, según las reglas vigentes desde hace unos dos años, normalmente deberí­an poder viajar a las regiones tibetanas más cercanas.

En Lhasa, la capital de la región autónoma, los policí­as patrullaban cerca del templo de Yojang, en la ciudad vieja, en el mismo lugar donde estallaron los disturbios hace casi un año, según testimonios de habitantes.

«Nuestro hotel se encuentra cerca del templo de Yojang, que está rodeado por policí­as armados. Deben llevar sus documentos de identidad, porque la policí­a realiza controles», explicó una recepcionista de un hotel de Lhasa.

En la capital de Qinghai, Xining, un joven tibetano se refirió al clima de miedo que reina actualmente, por las informaciones de que cientos de personas desaparecieron después de los levantamientos del año pasado.

«Tengo miedo, porque aunque no he hecho nada malo, sigo siendo alguien sospechoso para el gobierno», declaró este joven.

Tanto en Lhasa como en las regiones vecinas, los habitantes coincidieron en señalar un incremento del dispositivo de seguridad.

En el distrito de Xiahe, en la provincia de Gansu, que también vivió manifestaciones de monjes el año pasado, un empleado señaló que su hotel habí­a sido reservado por los responsables locales de «la oficina de mantenimiento del orden».

«Ya no hay habitaciones para los turistas. Hemos recibido un aviso del gobierno provincial informándonos de que los turistas estaban prohibidos en la zona hasta mediados de abril», dijo este empleado.