Si como parece, mañana triunfa Barack Obama en las elecciones en Estados Unidos, su principal tarea será curar las muchas y profundas heridas que la rapiña republicana está causando entre la población con su política para dividir al país mediante la prédica del terror y el miedo. El candidato demócrata pasó de ser un político inexperto a aliado de los terroristas y cuando ninguna de esas dos acusaciones frenó el impulso de su campaña, empezó la cantaleta del socialismo que al probarse como insuficiente, ha sido sustituida por la de comunista.
La verdad es que en los últimos años no se puede ocultar que Estados Unidos, bajo la influencia de siniestros personajes como Karl Rove, ha caído en extremos de maniqueísmo que dividen a la sociedad internamente, pero que también dificultan el ejercicio de un liderazgo mundial por cuestiones como aquellas de los países diabólicos y la afirmación de que la política de Bush era el puntal de la democracia mundial.
Todo eso tiene que cambiar y para el candidato demócrata la tarea no será fácil porque es obvio que la campaña divisiva no termina mañana martes sino que la continuarán como parte de la estrategia que buscará el retorno de los republicanos a mejores posiciones de poder, especialmente en el Congreso que parece encaminarse a una amplia mayoría de los demócratas.
Y es que entre otras cosas hay que decir que los republicanos han comprobado que la política del odio, de la división, del miedo y de la descalificación, les ha rendido frutos. De hecho, propagar el odio les permitió llevar a Bush a la Presidencia y luego, gracias a que también supieron propagar el miedo al terrorismo, les permitió controlar el poder por otros cuatro años.
McCain en el año 2000, cuando fue precandidato contra Bush, sufrió los embates de las bajas artes en su propio partido y alguna vez dijo que prefería perder una elección pero que no cambiaría su forma de ser. No pudo mantenerse fiel a sus principios y tal vez cuando termine su aventura presidencial, él mismo pueda ser un factor para criticar seriamente esas prácticas infames y bajas que se han adueñado de su partido. El mejor aporte que podría hacerle a su país sería desnudar las malas artes y denunciar a los sucios estrategas que le rodearon y prostituyeron en esta campaña.
Ello ayudaría mucho a curar las heridas que, de lo contrario, serán devastadoras en una época de recesión y crisis económica, cuando el país necesitará más el claro liderazgo para salir adelante en una época tan compleja.