Las dos Coreas dieron señales esta semana de querer derribar el «muro de Berlín» que las separa desde hace más de 50 años al anunciar la segunda cumbre de su historia con el fin de firmar la paz, si bien se teme que se quede en propaganda para Seúl y más dinero para Pyongyang.
El presidente surcoreano, Roh Moo-Hyun, y el líder norcoreano, Kim Jong-Il, se reunirán en Pyongyang del 28 al 30 de agosto en la que será la segunda cumbre entre ambas Coreas, separadas desde 1953 tras tres años de guerra que se saldaron con un armisticio, pero sin tratado de paz.
«La reunión servirá para asentar la paz en la península», dijo el miércoles una fuente surcoreana al anunciar un encuentro preparado en las últimas semanas por los servicios secretos de ambos países y solicitado por Pyongyang.
El régimen comunista norcoreano parece dispuesto así a sacar el máximo partido a sus pasos de los últimos meses para desmantelar sus programas nucleares, empezando por el cierre de su principal reactor, el de Yongbyong, en julio, a cambio de la ayuda económica internacional.
Esos pasos han supuesto también una distensión de relaciones con el régimen pro capitalista surcoreano, con el que además han reabierto la puerta de la reconciliación.
Dicha puerta ya se entreabrió en 2000, con una primera cumbre en la que el ex presidente surcoreano y premio Nobel de la Paz, Kim Dae-jung, cruzó por primera vez el ’muro de Berlín de Asia’, o sea, la frontera intercoreana, y fue aclamado por los ’súbditos’ del «Querido Líder», como llaman al dictador norcoreano.
Aquel encuentro se tradujo en algunas reunificaciones de familias separadas por la guerra coreana y un aumento de los intercambios comerciales de 13 millones de dólares en 1990 a 1.300 millones en 2006.
Además, a partir de entonces, unos 1.000 turistas surcoreanos cruzan diariamente la frontera más militarizada del mundo, pues la vigila un millón de soldados, para ir a la nación hermana del norte, una de las más pobres y con uno de los regímenes más represivos y herméticos del planeta.
El resquicio de reconciliación se volvió a cerrar en años sucesivos por las ambiciones nucleares norcoreanas, que se tradujeron en el abandono del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), la expulsión de los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y, en octubre de 2006, el primer ensayo de una bomba atómica.
Ahora, la nueva cumbre tiene ambiciosos objetivos oficiales: discutir un tratado formal de paz e impulsar las actuales negociaciones -en las que también participan Estados Unidos, Japón, Rusia y China- para que Pyongyang deje de ser una amenaza atómica.
Sin embargo, los analistas consideran mínimas las posibilidades de progresos reales y levantan serias dudas sobre el valor de la cumbre y la oportunidad del momento para celebrarla.
Para los expertos es significativo que sea el presidente surcoreano quien repite de nuevo viaje a Pyongyang, pues en la cumbre de 2000, el dictador norcoreano prometió ser quien se desplazase en una futura ronda.
Pero su conocido miedo a viajar en avión -que le ha llevado a visitar tan solo, y en tren, al régimen aliado de Pekín-, le ha hecho desdecirse y aceptar la buena disposición de su homólogo surcoreano que parece no ser precisamente altruista, según los analistas.
Para Jun Bong Geun, experto del Instituto de Relaciones Internacionales surcoreano, la cumbre es prematura ante la falta de pruebas de que Pyongyang vaya a cumplir de verdad su compromiso de desnuclearizarse.
Los expertos tampoco ponen la mano en el fuego sobre las reales intenciones del presidente surcoreano faltando cuatro meses para que en las urnas se elija a su sucesor.
Roh parece buscar con la cumbre un ’tanto’ que confirme en el gobierno a la izquierda y le haga recuperar terreno ante las duras críticas de la oposición conservadora por la falta de eficacia de la «política del resplandor» que Seúl lleva a cabo con Pyongyang.
Cada vez son más las voces surcoreanas que critican las multimillonarias ayudas económicas al régimen de Pyongyang sin que éste se desarme totalmente o mejore la penosa situación de los derechos humanos en su territorio.
«Kim Jong Il y Roha probablemente anunciarán una declaración de paz que servirá de propaganda para Seúl antes de las elecciones y a cambio de la cual aumentará la ayuda económica» a Pyongyang, resumió Hong Kwan Hee, Jefe del Instituto Surcoreano de Seguridad Estratégica.
Hong Kwan Hee
Jefe del Instituto Surcoreano de Seguridad Estratégica