Es, precisamente, en el contexto anterior que vimos en la entrega anterior, en el que principiaron a impulsarse las reformas sociales que promovió el presidente Arévalo Bermejo.
El proyecto arevalista tenía poco que ver con reformas radicales en el agro o programas de desarrollo industrial que pudieran cambiar el centro de gravitación de la economía guatemalteca. Eso, por otra parte era impensable en un plazo corto como él mismo lo decía, «la paternidad de sus concepciones había que buscarla en la tradición nacionalista latinoamericana y en el pensamiento del presidente Roosevelt». En los primeros años del gobierno de Arévalo y luego de sentarse las primeras bases jurídicas de su programa de reformas, surgieron nuevas instituciones, sindicatos, agrupaciones políticas, partidos, ligas campesinas, cooperativas, asociaciones y diversas modalidades de organización y acción. La sociedad guatemalteca estaba saliendo de décadas de oscurantismo y virtual «estado de sitio» y el nuevo ejercicio de una naciente democracia, empezó a despertar inquietud por buscar solución a los problemas más acuciantes de la estructura socioeconómica dentro de una estrategia nacionalista revolucionaria.
Se declara de utilidad e interés nacional, el desarrollo de una política integral para el mejoramiento económico, social y cultural de los grupos indígenas. A este efecto, se dictaron leyes, reglamentos y disposiciones especiales para los grupos indígenas, contemplando sus necesidades, condiciones, prácticas, usos y costumbres. Las políticas educativas de Arévalo lo llevaron a considerar prioridad la alfabetización de los indígenas, pero para ello necesitaba conocer sus condiciones de vida y contar con instituciones para realizar este tipo de trabajo. Arévalo proponía un socialismo espiritual (idealismo filosófico), que pretendía aplicar desde la política hacia la economía y no a la inversa.
Como doctor en pedagogía lo primero que inició fue una amplia labor de alfabetización, pero se encontró con el problema de la diversidad de idiomas en los grupos indígenas; esto provocó un cambio radical: castellanizar primero (reforma educativa a nivel rural). Pero para ello se necesitaba de especialistas en lingí¼ística. Sin embargo debido a limitantes del Instituto Indigenista Nacional, el cual fue inaugurado oficialmente en el marco del homenaje ofrecido a la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Manuel Galich, ministro de Educación y Antonio Goubaud Carrera, director del Instituto, pronunciaron profundos discursos y el vicerrector de la Universidad de La Habana, Roberto Agramante, reiteraron que dentro de todos los problemas nacionales, «el del indígena» era el más agudo en Guatemala.
El Instituto Indigenista era una obra revolucionaria y acusa un criterio distinto sobre la manera de enfocar el problema fundamental guatemalteco y porque planteándolo en sus justos términos, a una investigación verdaderamente científica, proporcionaría al Estado la orientación técnica indispensable en la política a seguir, con la población indígena.
La reciente creación del Instituto Indigenista Nacional (1945), y la creciente política indigenista de integración, provocó la aceptación del gobierno de turno y por consiguiente de la clase social hegemónica; es así que se inicia la creación de otra institución destinada, al apoyo del Instituto Indigenista Nacional, al conocimiento de los grupos étnicos, siendo su principal trabajo, la conservación del Patrimonio Cultural (museos y sitios arqueológicos), obviamente la exaltación del glorioso pasado y que los grupos étnicos antiguos del mundo prehispánico, eran mejores que los actuales. Esta nueva institución va a ser el Instituto de Antropología e Historia de Guatemala creado por Acuerdo de Gobierno No. 22 el 23 de febrero de 1946.
Los objetivos del Instituto Indigenista Nacional y los del Instituto de Antropología e Historia eran para que se complementaran. El IDAEH se encargaría de la protección del patrimonio cultural, es decir todo lo referente al pasado incluyendo los centros arqueológicos, mientras que el Instituto Indigenista se encargaría de los grupos indígenas contemporáneos, es decir de la parte social. Y como lo señala Francisco Rodríguez Ruanet «surgen de una sola idea pero fundadas separadas en diferentes fechas, pero nunca trabajaron juntas».
La visión arevalista perseguía que el trabajo que debía desarrollar el IDAEH fuera imperativamente mejorar la organización y administración de los museos, coordinar los organismos que en ese entonces controlaban la riqueza arqueológica, iniciar e impulsar los estudios etnográficos y folklóricos así como intensificar la investigación histórica, descartando la influencia de partido o el prejuicio de clase que habían impedido hasta ese momento una exacta valoración de la trayectoria cultural y política del país.
Las primeras labores del IDAEH fueron la reconstrucción del Museo de Historia y Bellas Artes, la implementación del Museo Colonial de Antigua Guatemala y finalmente la supervisión de los trabajos de excavación, restauración y conservación del sitio arqueológico de Zaculeu.
Entre las atribuciones y propósitos de la estrategia arevalista, además de las funciones que de manera específica le asignaba la ley sobre Protección y Conservación de los Monumentos, Objetos Arqueológicos, Históricos y Típicos del IDAEH se encontraban:
* La investigación científica de la antropología e historia de Guatemala.
* La creación, organización, dirección y mantenimiento de los museos de la República.
* La exploración, excavación, restauración y conservación de los monumentos arqueológicos, históricos y artísticos.
* La protección de toda clase de monumentos nacionales.
* Contribuir a la preparación científica y técnica de guatemaltecos en estudios y trabajos relacionados con la antropología y la historia.
* Emitir dictámenes técnicos en las materias de su competencia.
* Autorizar las investigaciones científicas, construcciones y reparaciones en las ramas de su competencia.
* Coordinar los organismos dispersos, ya existían bajo una sola organización administrativa y bajo la dirección de un comité técnico, para lograr así la unidad necesaria e impulsar estas armas de la cultura.
* En relación con el Instituto Indigenista Nacional, sostener una sección etnográfica para impulsar su estudio, el cual hasta ese momento había sido monopolio de los hombres de ciencia extranjeros, tanto por falta de interés en el país hacia esa disciplina como por su escaso desarrollo.
El IDAEH para sus labores necesitó la creación de varias secciones y de un órgano de dirección, la organización se planteó a partir de un consejo directivo presidido por una Dirección General, un asesor jurídico y siete secciones, las cuales fueron Sección de Bellas Artes a cargo del maestro Rodolfo Galleoti Torres; Sección de etnología a cargo del licenciado Antonio Goubaud Carrera; Sección de geografía a cargo del ingeniero Eduardo Goyzueta; Sección de Historia a cargo del profesor Joaquín Pardo; Sección de arqueología por Robert Smith; Sección de museología por Antonio Tejeda Fonseca; y la Sección de docencia y divulgación a cargo de David Vela. Con toda esta organización el gobierno del doctor Arévalo perseguía en este ámbito realizar los siguientes trabajos:
* Inventarios y catálogos en todos los niveles de museos, sitios arqueológicos, monumentos coloniales, archivos de fotografías.
* Instituciones, escuelas, cátedras especiales y seminarios: el único organismo que impartía estudios de historia era la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala, es por ello que el IDAEH estableció relaciones con ésta e intensificó las cátedras especiales de arqueología y programas más completos.
* Planes de excavación y conservación de monumentos, ello incluye los trabajos de la UFCO y la Fundación Carnegie de Washington (levantamientos topográficos, excavaciones, planos, reconocimientos, etc.) en toda Guatemala.
* Museos: la completa administración y coordinación de los museos existentes en estas fechas, tanto metropolitanos como regionales.
La ley orgánica del IDAEH (inédita) encerró todo un pensamiento sobre patrimonio cultural a finales de la década de los años 1940. La importancia de esa ley, era que se fundamentaba en el pensamiento de la Revolución, el interés por conocer al indígena con los lineamientos dados por las políticas indigenistas. Entre 1945 y 1954 el Instituto Indigenista y el IDAEH efectuaron un extenso trabajo, tratando de conocer las formas de subsistencia de tres grupos indígenas, organización social, idioma, proyectos arqueológicos, monografías y otros esfuerzos, prácticamente en el conocimiento del indígena para su integración, único esfuerzo de envergadura académica y científico social que se haya realizado en el país desde entonces a la actualidad.
El IDAEH en su etapa de 1949-1954 efectuó una labor de docencia e investigación bastante amplia, como también la creación de museos. Interactuando este trabajo con la perspectiva educativa del gobierno. Sobre el trabajo que encaminó el IDAEH en relación al campo educativo, señala Hugo Cerezo Dardón «de esta forma a través de los maestros se podría llevar la cultura nacional a los niños y fortalecer la nacionalidad», esto por las funciones docentes del IDAEH que proyectaba una gran atención a las escuelas primarias y de nivel medio, así como para personas adultas de distinta formación cultural.
Fue la visionaria labor del presidente Arévalo Bermejo la que plasmó iniciativas apoyadas en una ideología que él mismo consideró «socialismo espiritual» y que algunos no tendrían inconveniente en clasificar dentro de la amplia gama de idealismos filosóficos afines a la teoría política hegemónica. Ya que basó su visión «al llamar a esta corriente de pensamiento espiritualista en un socialismo de postguerra, era porque en el mundo, como en Guatemala, se produciría un vuelco fundamental en la escala de los valores humanos. La prédica materialista había quedado evidenciada como un nuevo instrumento al servicio de las doctrinas totalitarias. El comunismo, el fascismo y el nazismo también habían sido socialistas. Pero un socialismo que daba de comer con la mano izquierda, mientras con la mano derecha mutilaba las esencias morales y civiles del hombre. Del nacional-socialismo, el más moderno de todos los sistemas (en ese entonces), sólo pudo brotar, por eso, un conglomerado de trabajadores mecanizados bien vestidos y bien comidos, que habían perdido como precio de esas ventajas, su jerarquía como ciudadanos y su autoridad dentro de la familia. A diferencia de ellos, el socialismo espiritualista, afirmaba Arévalo, superaría la fórmula filosófica del nazismo que sólo concedía personalidad al conductor, comenzaría como el liberalismo, por devolver a la personalidad moral y civil toda su majestad, pero iría más allá del liberalismo al cancelar la insularidad del hombre obligándolo a engarzarse en la atmósfera de los valores, las necesidades y los fines de la sociedad, entendida ésta simultáneamente como un organismo económico y como una entidad espiritual. Lo espiritual, sin embargo, regirá en esta imagen del mundo a los planos económicos de la vida, para fecundarlos, para infundirles sentido nacional». La anterior referencia fue tomada de un escrito político y un discurso presidencial del propio doctor Arévalo.
El objetivo final de la política arevalista a nivel macrosocial, era el elevar el nivel de vida de las mayorías, que muy difícilmente podría alcanzarse si no se realizaban cambios en la estructura de la propiedad sobre la tierra y en el acceso a los servicios, a la educación y a la asistencia sanitaria.
La estrategia arevalista, sin embargo, logró con relativo éxito, realizar las cosas a la inversa, yendo de la política a la economía. Primero, la alfabetización, luego la evaluación de las condiciones de vida y finalmente, la implementación de medidas que permitieran alcanzar el mencionado objetivo de erradicar el hambre y la ignorancia.
Es así como el presidente Juan José Arévalo, con sus pretendidas reformas estructurales y apoyado por una élite de guatemaltecos emprendedores, sabios y ciudadanos comprometidos con su nación, quiso fundar las bases de un cambio social que llevaría a construir la anhelada sociedad guatemalteca del futuro. Y fue el Instituto de Antropología e Historia uno de los espacios de acción que permitió edificar tan prometedor proyecto.