Cultura de violencia


En Guatemala la cultura de violencia social se implantó desde 1954, el año en que se produjo la invasión mercenaria armada, patrocinada y financiada por el gobierno estadounidense y que provocó el derrocamiento del régimen democrático de Jacobo Arbenz. Desde aquel momento, el proyecto polí­tico de la derecha oligárquica militar, violenta y oscurantista del paí­s en el marco de la Doctrina de la Seguridad Nacional ha utilizado métodos sangrientos y en algunos casos el terrorismo de Estado, para sembrar el terror, reprimir y perseguir a los opositores polí­ticos, crear condiciones para hacer cundir entre la sociedad el miedo, el silencio y por supuesto, para cometer abusos y graves violaciones a los derechos humanos.

Factor Méndez Doninelli

Otras veces, esta derecha desplazada del poder polí­tico, crea condiciones artificiales, reactiva y desactiva a voluntad a grupos que ejecutan acciones violentas para crear un clima de inestabilidad, de terror y de paralización social. También es cierto, que en los dí­as actuales otros actores se suman a la situación de violencia y por tanto al ambiente de inseguridad e indefensión que percibe la población guatemalteca. Tales como el tráfico de armas, crimen organizado, narcotráfico, trata de personas, sicariato.

Pero por otra parte, también es cierto que los aparatos de seguridad del Estado han sido incapaces hasta ahora de identificar, perseguir, capturar y poner a disposición de la justicia a quienes pertenecen a estos grupos. Para nadie es un secreto que hay pocos resultados en capturas y más desalentadores, los escasos resultados en condenas emitidas por los tribunales de justicia. Por eso Guatemala sigue siendo un paraí­so de la impunidad.

No debe extrañar que la institución del Procurador de los Derechos Humanos, PDH, observadores internacionales, cuerpo diplomático acreditado en el paí­s, Universidad Nacional, sectores académicos, iglesias, sociedad civil, empresarios y organizaciones gremiales, coinciden en estos dí­as en exigir a la actual administración que preside ílvaro Colom, un plan de seguridad eficiente y eficaz para superar la crisis de violencia social existente, que cobra un promedio de 48 vidas de personas al dí­a, el í­ndice más alto de muertes violentas en América Latina, lo que pinta al paí­s como salvaje e incivilizado .

El reciente informe de la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Guatemala OACNUDH, llama la atención del gobierno guatemalteco sobre el grave problema de la inseguridad pública y sobre los escasos logros y avances en el tema de la administración de justicia. Es decir, todos los ojos y las voces de diversos sectores sociales, reiteran con preocupación la desbordada violencia que se vive en el paí­s, resultado de algunos de los factores a que me referí­ en párrafos anteriores.

Esta ola de violencia indiscriminada ha aumentado en los últimos dí­as y afectado tanto a ví­ctimas inocentes como a altos funcionarios de Estado, tal como el secuestro, tortura y posterior liberación de la licenciada Gladys Monterroso de Morales, esposa del actual Procurador de los Derechos Humanos doctor Sergio Morales Alvarado.

El gobierno debe dar muestras de acciones certeras en el combate a la criminalidad y a quienes están provocando tanta muerte y dolor. Mi solidaridad con todas las ví­ctimas de esta violencia irracional.