Cuando a principios de 2007 el presidente Calderón lanzó en México la ofensiva contra el narcotráfico, todo mundo aplaudió el esfuerzo serio que se haría a partir de ese momento para tratar de detener el vertiginoso crecimiento de esa actividad comercial. Los objetivos eran claros, muchos inocentes y culpables morían a manos de inescrupulosos mercaderes de drogas y sus sicarios. Cuatro años más tarde y un montón de plata después muchos mexicanos de dentro y fuera del gobierno empiezan a dudar si la determinada decisión de Calderón fue la correcta. ¿Por qué la duda? Las estadísticas no mienten y de principios de 2007 al día de hoy la fuerte ofensiva militar del presidente Calderón ha tenido un solo logro pavoroso, el de subir al doble la cantidad de muertes por violencia en el territorio mexicano.
Toda esta historia viene al caso porque de acuerdo a los comentarios del presidente electo, Otto Pérez Molina, su estrategia contra el narcotráfico en Guatemala se centrará en un ataque frontal y determinado incluyendo a las fuerzas militares que tiene a disposición. La pregunta que da miedo hacerse, pero que es obligada es ¿Cómo reaccionarán los carteles a esa fuerza que pretenden ejercer nuestras autoridades? México incremento en cuatro años de 10 muertes violentas por cada 100 mil habitantes a 20. ¿Qué pasará con Guatemala que en la actualidad tiene 40 muertes violentas, sí el doble que México, por cada 100 mil habitantes? ¿Valdrá la pena hacer ese esfuerzo? Y si el candidato cumple su promesa y lleva a cabo su lucha frontal contra el narco, ¿qué ganaremos?
Cualquier discusión que se tenga del problema del narcotráfico termina decantándose a un problema moral, el dilema de lo correcto o no que resulta prohibir la producción, la comercialización y el consumo de las drogas. El esfuerzo, el gasto y los muertos que ponemos nosotros los latinoamericanos son básicamente para atender el mismo dilema del mercado americano de consumidores, dilema que a mi parecer no debiera de tener nada que ver con disposiciones o regulaciones gubernamentales sobre una decisión individual. Muchos argumentan que Colombia ha logrado en los últimos años el control de la violencia en su territorio a base del control del narcotráfico, pero esa teoría se desvanece fácilmente cuando observamos que Colombia sigue siendo el principal productor de cocaína de la región y el principal proveedor del mercado americano de drogas. ¿Qué está pasando en Colombia entonces? Lo que yo supongo que sucede en el país de Juan Valdez es que existe, desde hace algún tiempo, una legalización solapada, un trato, un acuerdo de no agresión que ha tenido resultados muy positivos para su población porque tienen rato de gozar de una relativa paz que ha traído consigo muchísimo progreso y crecimiento económico. Si no cómo se puede explicar que la narco violencia prácticamente se detuvo, pero siguen produciendo tanto o más que antes.
El mundo camina hoy en día a tal velocidad que los individuos exitosos son los que planean acciones sobre el futuro y logran encontrar conexiones y sinergias entre su actuar de hoy y el camino de la humanidad dentro de 10, 20 o 50 años. Esos son los individuos exitosos y los líderes que forman el camino de sus pueblos. ¿Será Otto Pérez uno de estos líderes? ¿Retará a lo más profundo de su conciencia y se preguntará si enfrentar al narcotráfico será lo correcto? Hay que tomar en cuenta lo poderosos que son los incentivos del negocio del narcotráfico, porque sin excepción, todo líder u organización derrotada por las fuerzas de seguridad ha tenido hasta ahora un sustituto que toma la plaza y sigue supliendo el mercado. ¿Qué caso tiene entonces seguir atacando el problema por las ramas?
Muchos presidentes, expresidentes y líderes de Latinoamérica empiezan a cuestionar el hasta hoy fracaso de la guerra contra las drogas. Otto Pérez tiene la posibilidad de empezar un dialogo con los líderes de la región para levantar la voz en favor de la legalización, lo puede hacer hoy y convertirse en un visionario o puede optar por hacer lo políticamente correcto y pasar a la historia como un borrego más. Eso sí, será indirectamente responsable y pesará en su conciencia la muerte de todos y cada uno de las inocentes víctimas de la guerra que encabece. En todo caso tendrá que ser extremadamente cauto y cuidar que el remedio no le salga más caro que la enfermedad.