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Basuracarreadores. Ante la probable posibilidad de que por estar ya, de hecho, plenamente, en un año electorero se incrementen los casos de muertos que acarrean basura, o sea más de lo acostumbrado o habitual, y como a las autoridades respectivas parece no importarles semejante práctica singular, lo mejor es que el ciudadano común y más o menos corriente adopte ciertas precauciones en tal sentido, y la principal y más obvia sería el cuidado y manejo de los desechos sólidos que brotan de cada casa particular, pero también de negocios, almacenes, restaurantes, talleres, fábricas, etcétera, y ya no digamos los mal llamados basureros clandestinos o anónimos, sin paternidad responsable, los cuales son favoritos por los señores occisos para el acarreo, ya que están a la vuelta de cada esquina en nuestra tacita de plata y carecen de vigilancia; pero también las dependencias públicas, el honorable, cuarteles, sedes de partidos políticos, cámaras empresariales, bancos (del sistema), son lugares apetecidos y preferidos de donde sale basura acarreable por difuntos. Y está de más advertir que convendría custodiar las puertas de salida en cementerios, camposantos y necrópolis, pues se supone que es de tales lugares, principalmente, en un alto porcentaje, de donde son originarios, por decirlo así, los acarreadores de basura, y no por fuerza sólo de noche o en horas inhábiles, sino a toda hora, incluidos días festivos.
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Los detractores de Santa. Como ya es tradicional por estas fechas del más lindo, bonito y primoroso mes del año, los acérrimos enemigos del glorioso mercado y del gringuian gí¼ei of laif echan a rodar, con fines aviesos, la resobada bola de que Santa no existe, que sólo es un invento comercial más y estimulante, si cabe, del ansia de consumo masivo para aprovechar el aguinaldo, y un personaje más de la aculturación y la alienación, etcétera, o sea los trillados argumentos de siempre incubados por mentes calenturientas; pero para quienes en nuestro corazón de niño hay siempre un holgado y espacioso lugar para el rechoncho cuerpo de Santa, no podemos hacer caso de esos resentidos sociales, amargados y aguafiestas, porque si no, ¿quién nos alegraría con su mofletudo rostro y característica carcajada, nos abrumaría de regalos a todos sin excepción, desde Ixcán a Camotán y Jocotán, y además nos bañaría de nieve made in Taiguán o Japán a todos los hombres y mujeres de buena voluntad?
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La dequefobia. A la bien fundada mala fama del dequeísmo sobrevino la dequefobia, no menos indebida y dañina para la gramática, la sintaxis, la semántica y otras encopetadas y tufosas damas del buen decir y el mejor escribir. Casi sin meditarlo ni menos estudiarlo, los enemigos jurados del dequeísmo engendraron otro monstruo igual o peor, por esa tendencia ciega e insensata a eliminar o suprimir, de tajo, en textos y contextos, a la primigenia, inocente e insustituible preposición «de» en algunas locuciones y expresiones. Ejemplos de inclusión correcta en algunos casos. «Me di cuenta de que estaba ahí.» «A pesar de que lo intentó, no pudo.» «Ya era hora de que llegara». «Se enteró de que todavía era hora». «Me alegro de que vengas». «Estoy seguro de que la quiero». «Da la impresión de que tiene miedo». «Se enteró de que era sordo». «No cabe duda de que tengo razón». (Con la colaboración de los colegas y amigos Concepción Maldonado, Juan Antonio de las Heras Fernández, Manuel Rodríguez Alonso y Nieves Almarza Acedo, que conste).
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¿Guerra interbancaria? De última hora, se vislumbra en lontananza una supuesta guerra fría, de baja intensidad, o talvez una guerra sucia entre capitalistas, en el glorioso campo bancario, algo nunca visto en el país de la eterna, sin antes haber agotado las negociaciones en el campo diplomático, aunque todos esperamos la intervención de la OEA y la ONU, previo a una lucha fratricida.
Si usted es de aquellos que se aturden, marean o confunden con más de dos datos que le den, le recomiendo marcar de inmediato el cero, extensión en la que podrá encontrar a la señorita que siempre lo ha atendido personal y servicialmente pero, si a ese dulce personaje «el sistema» lo borró del mapa, no le va quedar otro remedio que armarse de toda la paciencia que Dios le dio y encaminar sus pasos hacia la sede que aloja la entidad para que, después de dar miles de vueltas y de subir o bajar montón de niveles, pueda hallar a la persona que le atienda cortésmente, pues se supone que los clientes siguen siendo la razón principal de ser de toda entidad o servicio.
De un tiempo a esta parte he escuchado muchas anécdotas, historias o narraciones sobre experiencias vividas de gente que puedo calificar de ser excelentes prospectos para cualquier promotor, vendedor o ejecutivo de cuentas, como usted quiera llamarles. ?Mirá vos, me dijo un prestigioso médico ?me costó tanto pedir información para comprar el producto que tanto publicitan por la prensa, la radio y la tele, que mejor seguí utilizando el que tan finamente me provee mi viejo amigo y proveedor de siempre.
Otro distinguido profesional me confió el secreto: ?mirá fue tan entrampada la atención para que una persona viniera a instalar y demostrar el funcionamiento del equipo que les acababa de comprar, que preferí meter la caja sin abrir entre mi camioneta para irla a devolver. Claro está, me salieron con todo tipo de excusas, disculpas y atenciones que me hicieron cambiar de idea. Pero lo anterior, no está de más contárselo a usted, para que le ponga ojo a la cortés, atenta y cordial atención que debe prestársele a los clientes. No vaya ser que por andar «a la moda», la «avanzada» tecnología fría e impersonal lo vaya a apartar de quienes son el pan nuestro de cada día.
Vale la pena tener presente entonces aquella frase célebre de Pitt: «Por lo que atañe a la cortesía, yo me atrevería a llamarla condescendencia en las cosas sin importancia».