Se plantea como una cuestión de la lógica más absoluta que no puede haber una disposición oficial que regule los precios de bienes y servicios porque ese modelo ha demostrado que al final de cuentas produce escasez que afecta a la población. Pero dentro de los elementos de la lógica más elemental, tiene que asumirse que cuando el hambre aprieta porque todo sube de precio, es imperativo tomar medidas y que si no se puede contener el alza de precios, tampoco se puede evitar la presión para incrementos salariales porque, al fin y al cabo, es de elemental sentido común que ello se convierte en el único recurso del trabajador para compensar la pérdida de poder adquisitivo.
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Dentro de las cuestiones que el Gobierno analiza para paliar de alguna manera la crisis, poco o nada se ha dicho de la política salarial, sobre todo si tomamos en cuenta que el mismo salario mínimo permaneció sin movimiento durante prácticamente todo el gobierno anterior y que el ajuste que se hizo al final del régimen, ha sido absolutamente rebasado por los índices de inflación que se han disparado para llegar a 9.1 por ciento y con tendencia a que lleguemos a los dos dígitos en corto plazo.
Y uno esperaría que con la misma contundencia que se esgrime el elemento lógico en contra de políticas económicas que se orienten a la implementación de precios tope, los expertos también hablen sobre el tema de los ajustes salariales como acción impostergable si es que pretendemos mantener la paz social. Porque es un hecho indiscutible que los precios de los productos han subido y seguirán subiendo sin que nuestras autoridades puedan hacer nada porque se trata de factores externos respecto a los que no tenemos ningún control y siendo así la realidad, no queda otro remedio que el de actuar por la vía de los ingresos del trabajador.
Claro está que el aumento de sueldos tiene también un efecto inflacionario porque aumenta el circulante y porque las empresas ajustan los precios de sus productos para financiar el incremento salarial. Pero con todo y esas consideraciones, no puede nadie con dos dedos de frente y con mínimo sentido de responsabilidad social, pasar por alto que si todo sube, que si los precios se disparan por efecto de la carestía local que tiene raíces variadas y profundas, también los sueldos tienen que adecuarse en proporción para que la gente no vea disminuida su calidad de vida.
En el Congreso de la República se planteó ayer la posibilidad de duplicar la bonificación que actualmente se aplica a los trabajadores, lo cual significaría un ingreso adicional de 250 quetzales para cada trabajador con relación de dependencia. Y creo que con el correr de los días iremos viendo nuevos planteamientos que apuntarán a corregir el desajuste salarial que ha generado el índice inflacionario actual, porque es natural que cuando se pierde poder adquisitivo se busque corregir el fenómeno por la vía de los incrementos de salario.
Será bueno que el Gobierno ponga ya sus barbas en remojo porque en la medida en que se prolongue y agudice la crisis por el alza del petróleo y de los granos básicos, con el importante efecto que ello tiene en todos los órdenes de la economía nacional y mundial, iremos viendo que la presión para demandar mejoras en los salarios irá en incremento. Así como no podemos detener el alza de precios por la inflación importada, tampoco podremos aferrarnos a mantener estáticos los salarios. Pura y simple cuestión de lógica.