Cuestión de inequidad


Eduardo_Villatoro

Entre las noticias publicadas ayer por los diarios impresos de la mañana, se incluía, con perturbador titular de primera plana, una información que desde la cotidianidad guatemalteca ya no debería ser objeto de asombro, porque se refiere a la existencia de una red de corrupción en el Organismo Judicial.

Eduardo Villatoro


Sin ánimo de subestimar las declaraciones del magistrado César Barrientos, presidente de la Cámara Penal de la Corte Suprema de Justicia, cuando leí el titular “Descubierta red de corrupción en OJ” imaginé que iba a enterarme de una gigantesca cadena de prominentes jueces, renombrados litigantes y peligrosos sujetos acusados de cometer horrendos asesinatos, incluyendo desalmados narcotraficantes, sanguinarios secuestradores y otras joyas del crimen organizado involucrados en la trama delictuosa.

Aunque es inexcusable la conducta de los sospechosos de cometer fechorías en dos juzgados de ejecución penal de la Torre de Tribunales, hasta cierto punto los delitos que les imputan son usuales en la administración de justicia y dependencias de casi todas las instituciones del Estado, es decir, de los Organismos Ejecutivo y Legislativo, y en cualquier oficina, por gacha, que sea, de indistinta municipalidad.

Un párrafo de la información dice:…“Se estableció que por cada hoja de certificación, el secretario solicitó que le entregaran Q5”, y derivada de la investigación que se realiza “hay tres personas denunciadas”. Por supuesto que no es para que los órganos competentes se crucen de brazos, puesto que es  necesario que se inicie la limpieza en el OJ; comenzando con esa clase de delitos; pero hay casos más sonados, visibles y “de mayor impacto” que reclaman la atención de esos entes y que están a punto de olvidarse en la enredada y corrupta burocracia estatal.

La anterior información periodística me condujo por inercia a un hecho de carácter internacional que ha conmovido la sensibilidad de la gente decente, ha enfadado a la pudorosa colectividad de personas espiritualmente hipersensibles y despertadas el hambriento morbo mediático en América Latina. Se trata del obispo católico Fernando María Bargalló, extitular de la diócesis argentina de Merlo Moreno, a quien el Vaticano le exigió que presentara su renuncia  de inmediato y sin mayores trámites, tan solo cinco días después de que se publicaron fotografías en las que aparece el religioso en traje de baño disfrutando de las tibias aguas del mar en compañía de una mujer de mediana edad, un tanto acaramelados,  pero sin que se insinúe  acercamiento sexual.

Los antecedentes del ahora repudiado obispo Bargalló no fueron tomados en consideración por los amarillistas  medios impresos y televisivos (puesto que se distinguió en su labor de presidente de Cáritas Latinoamericana, durante dos períodos consecutivos), para presentarlo como un degenerado, y de ahí la súbita decisión del papa Benedicto XVI,  en destituirlo; al contrario de lo que ocurrió con el “Padre Maciel”, quien continuó al frente de la orden Los Legionarios de Cristo durante varios años después de haberse descubierto y revelado los vejámenes que cometió contra niños, niñas y seminaristas, además de haber amasado una apreciable fortuna, bajo la sombra protectora del actual pontífice cuando ejercía de superior de la Congregación de la Doctrina de la Fe.

¡Y qué decir de las decenas de curas pedófilos que cometieron miles de frecuentes violaciones a menores  y que en vez de ser castigados eran cambiados de parroquias en Estados Unidos y otros países del mundo! ¿O el exobispo Bargalló debe merecer las llamas del infierno por amar a una mujer soltera de su edad y suscitar tan escabroso asunto? Aunque transgredió normas del Derecho Canónico; no abusó sexualmente a menores de edad ni mucho menos.

(Un sacerdote le aconseja a Romualdo Tishudo:-Debes ser muy cariñoso con tu esposa. El marido replica: -Lo soy; padre; fíjese que cuando salimos con mi mujer caminamos tomados de la mano… porque si la suelto se pone a comprar).