Ante el poco presupuesto de las editoriales, es casi imposible cubrir la demanda que los escritores necesitan para publicar sus textos. Por ello, en Internet se dan algunos casos de buenos sitios en donde se está publicando buen material literario. Ese es el caso de la página «Cuentos pajeros», que habitualmente publica un cuento de calidad. He aquí una muestra.
Ego
Su ego era tan grande, tan grande, que cada vez que miraba para abajo, a la gente real, al populacho, se mareaba, al grado de sentir ganas incontenibles de vomitar; entonces levantaba la mirada, rápidamente, tan rápido que el vomito se le derramaba en la cara, le escurría por el cuello, hasta quedar acumulado en la camisa. Por eso evitaba hacerlo y se buscaba amistades que estuvieran «a su nivel», para no ver hacia abajo.
No podía negar que se trataba de un ego muy bien alimentado, ese que nace en casa con el primer: «Ricardito es el niño más lindo del mundo»; que luego crece con cada: «esa maestra tonta no te entiende»; se nutre de las lágrimas de las noviecitas ingenuas que aceptan un poema que dice: «pues bien yo necesito decirte que te quiero» ( y se lo comen a besos por tan extraordinaria inspiración); y crece cuando los amigos en la universidad le dicen: «de ninguna manera, tus poemas no se parecen en nada a los de Otto René, son visiblemente mejores».
Así que el bichito se convirtió en un ser desahuciado, bueno para nada y presumido; hasta el día del milagro: «Oh señor, que maravillosa suerte tienen los que no se bañan». La frase le venía como anillo al dedo, pues llevaba exactamente un mes de no bañarse, olía a miados y vomitadas de bolo, pero recién había recuperado la cordura, luego de que la noviecita pronunciara aquella exquisita frase: «estoy embarazada». Esa noche en casa de su abuela, la única que aún le daba posada, intentaba rezar, con las escasas palabras que recordaba, metido en el maloliente garage, en donde le permitían dormir, adentro de un carro descompuesto.
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