Cucharitas de plástico


A cuatro dí­as del fin de mes, esperamos (en la oficina), con mucha ansia el nuevo enví­o de cucharitas de plástico. Cada vez que llega uno, se acaba pronto, ya que desde hace cuatro años tenemos déficit. Hemos tenido más trabajadores que presupuesto para cucharitas.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Al principio (yo no lo sé, pues aún no trabajaba aquí­) sólo una persona se quedó sin cucharita. Para el siguiente enví­o, ya eran 149 trabajadores esperando el enví­o de 100 cucharitas. Poco a poco el déficit se ha hecho más grande.

Es increí­ble, pero casi no podemos trabajar con esta circunstancia infrahumana. Por ejemplo, yo tendré que aguardar 257 años y 13 meses para obtener mi cucharita de plástico. Mientras tanto, tendré que tomar mi café sin endulzar, o almorzar sin cucharita, lo cual hace insoportables las condiciones en este lugar. Al menos me consuela que estoy a la mitad de la lista de espera. No quiero ni pensar el caso de González que hace apenas ocho segundos que empezó a trabajar acá, y se ubicó al final de la lista. Probablemente él se jubilará antes de tener su cucharita de plástico. Tendrá que soportar el trabajo comiendo pasteles de cumpleaños con las manos.

Ojalá, algún dí­a, llegue a subir tanto en la escala de puestos para llegar a ser jefe de alguien, aunque sea de González. O quizá me conforme con ganarme simplemente la loterí­a. En esos casos, me comprarí­a una cucharita de metal, como los jefes y los dueños de las oficinas, que son muy felices y pasan tomando sus tés de sabores o preparando sus lí­neas de cocaí­na con su brillante cucharita de metal.