La foto de familia de los mandatarios que asistan la próxima semana a la cumbre de la CELAC en La Habana será previsiblemente un triunfo diplomático para los anfitriones: los líderes de 33 países americanos reunidos de forma simbólica en torno a Cuba. Sólo Canadá y Estados Unidos, el gran rival ideológico del castrismo, estarán ausentes.
La imagen demostrará cómo ha cambiado la posición regional de Cuba, pese a las numerosas críticas que se le hacen a la isla por la situación de los derechos humanos y de la oposición interna.
La cumbre mostrará también que las sanciones de Washington frente a Cuba han fracasado. Pese a más de 50 años de embargo económico, el castrismo ha conseguido reinsentarse con éxito en la región. En la década de los 60 todos los países latinoamericanos, excepto México, habían roto vínculos con la isla.
Para la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) los próximos martes y miércoles La Habana espera a numerosos jefes de Estado y de gobierno, entre ellos la brasileña Dilma Rousseff, el mexicano Enrique Peña Nieto y el venezolano Nicolás Maduro.
También llegarán altos representantes de organismos internacionales como el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y el de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza. La visita de Insulza tiene además un componente histórico: será la primera visita de un jefe de la OEA a Cuba tras el triunfo de la revolución de Fidel Castro en 1959.
La organización con sede en Washington suspendió a instancias de Estados Unidos en 1962 a la isla por su giro hacia el socialismo soviético, y es vista hasta hoy por gobiernos de izquierda de la región como «instrumento de dominación» del poderoso vecino del norte.
La OEA «tiene una carga histórica negativa como instrumento de dominación de los Estados Unidos que no puede resolverse mediante ninguna reforma», dijo el canciller cubano, Bruno Rodríguez, el viernes para reiterar que La Habana no piensa volver al bloque hemisférico.
«La CELAC ha seguido la práctica de cortesía diplomática de invitar al secretario general (Insulza) a la segunda cumbre de La Habana, tal como ocurrió en las cumbres anteriores», explicó Rodríguez la asistencia de Insulza.
La cumbre refleja la reinserción de Cuba en el continente. El castrismo mantiene buenas relaciones con todos los países de la región, incluso con gobiernos de derecha como los de Colombia o Chile.
También el proceso de paz colombiano con la guerrilla de las FARC es visto como un éxito diplomático para Cuba como sede permanente de las negociaciones. A nivel internacional, la cumbre de la CELAC es el primer gran evento de ese calibre en La Habana desde la cumbre del Movimiento de los No Alineados en 2006.
Centrado en temas como la lucha contra la pobreza y el hambre, es poco probable que el encuentro de la CELAC cierre con acuerdos concretos importantes, dadas las distintas posiciones políticas e intereses de una región de más de 20.000 millones de kilómetros cuadrados.
Las críticas al bloque por la cumbre de La Habana, por otro lado, han empezado a oírse con más fuerza a pocos días del evento.
La llegada de numerosos presidentes a la isla será «un día muy triste en la historia de la democracia latinoamericana», señalaba recientemente un editorial del diario «El Nuevo Herald» de Miami, donde vive la principal comunidad del exilio anticastrista cubano.
Se estima que ninguno de los líderes extranjeros considera reunirse en La Habana con representantes de la proscrita disidencia cubana, para no molestar a los anfitriones. Algunos opositores han señalado que intentará ver a las delegaciones extranjeras.
La ilegal pero tolerada Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), liderada por el disidente Elizardo Sánchez, informó que envió una carta entre otras a las embajadas de México, Colombia y Chile, pidiendo una reunión para «subrayar la necesidad de reforzar la cooperación en materia de derechos humanos».
Otros opositores, en tanto, empezaron a reportar detenciones de activistas, como ha ocurrido en otras ocasiones, por ejemplo durante la visita del papa Benedicto XVI en 2012.
La proscrita Unión Patriótica de Cuba sostuvo que su líder, el ex prisionero de conciencia José Daniel Ferrer, fue arrestado el viernes después de reunirse con diplomáticos extranjeros en La Habana.
La visita del secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, a La Habana para asistir a la cumbre de la CELAC será histórica. Al fin y al cabo, hace más de medio siglo, desde la revolución que llevó a los hermanos Castro al poder, que ningún jefe de la Organización de Estados Americanos (OEA) ponía pie en la isla.
Pero tras la fuerza de esa imagen, surge la duda sobre el verdadero impacto del gesto.
¿Qué implicaciones tiene la visita? ¿Significa que Cuba podría volver a la OEA? ¿Es una muestra de apertura del gobierno de Raúl Castro en medio de sus reformas o no es más que un gesto de cortesía protocolaria tras el que no hay que buscar segundas intenciones?
Hace ya casi cuatro años que la OEA volvió a abrir las puertas a Cuba, tras eliminar en junio de 2009 la suspensión impuesta en 1962, a instancias de Estados Unidos, por su adhesión al «marxismo-leninismo». Desde entonces, sin embargo, La Habana ha dejado claro su total falta de interés, al menos público, en regresar a un organismo que considera superado, sobre todo desde que cuenta con el contrapeso de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que ahora se apresta a albergar.
Así lo reiteró una vez más el canciller, Bruno Rodríguez, en vísperas de la cumbre regional. «La posición nacional de Cuba con relación a la OEA permanece invariable, no volveremos a ella», zanjó y calificó la invitación a Insulza como un acto de cortesía diplomática.
«Lo gordo habría sido no invitarlo», coinciden en Washington círculos diplomáticos de la OEA, que también recuerdan que no es una invitación oficial a visitar el país.
Algo que sin embargo no acalla las expectativas de la visita.
En los pasillos de la OEA, se considera de hecho que una de las metas podría ser no menos ambiciosa -y desde luego más apremiante- que el regreso de Cuba al organismo: el problema de qué hacer con la isla de cara a la Cumbre de las Américas de Panamá en 2015.
Y es que ya en la edición anterior, en Cartagena de Indias en 2012, la mayor parte de los países de la región dejaron claro que esa debía ser la última cita continental en la que se excluía a Cuba.
En Colombia hubo una «discusión tremenda sobre Cuba», recuerdan las fuentes. «Hay necesidad de resolver ese tema» e Insulza, a quien le queda un año al frente de la OEA, es «consciente de que puede jugar un papel» en esta materia, sobre todo porque una de sus grandes apuestas fue, precisamente, buscar el acercamiento a la isla, dicen.
«No es un secreto que desde que asumió la OEA, Insulza ha estado tratando de buscar una forma de reintegrar a Cuba en las relaciones regionales», coincide el presidente del Diálogo Interamericano, Michael Shifter, para quien la visita de Insulza a Cuba es importante aunque sea de forma «simbólica» más que en términos reales.
Del lado cubano, la visita de Insulza puede aportar numerosas ventajas, sobre todo en momentos en que la Unión Europea estudia abandonar la «posición única» y que en Washington hay un presidente como Barack Obama que, aunque tímidamente, ha expresado su voluntad de acercamiento, acota el profesor Eusebio Mujal-León.
«El principal objetivo de Raúl (Castro) es normalizar las relaciones con Estados Unidos. Un acercamiento a la OEA y a la UE forman parte de ese exquisito baile, marcado por la falta de resultados con las reformas económicas y por el tiempo que apremia», considera este experto en Cuba de la Universidad de Georgetown.
Precisamente por esas eventuales ventajas para la isla, el viaje de Insulza ha sentado muy mal en los círculos anticastristas de Estados Unidos, que no carecen de influencia política en el país.
«Repugnante», calificó de inmediato la noticia del viaje la congresista republicana de origen cubano Ileana Ros-Lehtinen. No será más que una «gran victoria de propaganda para el régimen» de La Habana porque «otorga la bendición de la OEA sobre las atrocidades cometidas en la isla», insistió la reconocida anticastrista.
Para Shifter, sin embargo, Insulza no tenía más opción que aceptar la invitación, independientemente de que lo haga con alegría o no.
«Rechazar una invitación como esa iría en contra de su propia visión y compromiso (…) Insulza quiere mostrar buena voluntad y ser un actor en un tema clave en los asuntos hemisféricos», razonó.
En tono pragmático, el director para las Américas de Human Rights Watch (HRW), José Miguel Vivanco, dijo que, ya que va, espera que Insulza «como representante de un órgano cuya tarea es la promoción no sólo de los derechos humanos sino también de la democracia, aproveche la visita para colocar estos temas en la agenda de Cuba».
Por si acaso, los grupos de oposición en la isla anunciaron que ya le han pedido una cita.
Por Silvia Ayuso / dpa