Diputados con mayor representación en el Congreso se aprestan a cumplir un cuarto período, reelección tras reelección, ante el desagrado del electorado, a título de distritales. Sin embargo, mediante la estrategia de encabezar la planilla consiguen tal permanencia en dicho organismo.
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Mismo del todo político, de esa cuenta siguen las caras de siempre, objeto de controversias, sin dar oportunidad a nuevas, cuya aspiración popular queda insatisfecha. Una renovación sería saludable a no dudar y respondería a demostración de auténtica democracia y su juego deseable.
Esa medida pone en solfa el derecho que asiste a diferentes prospectos para ocupar un escaño en el hemiciclo parlamentario, y en consecuencia, concretizar tan esperado espíritu, por demás urgente y necesario. El principio fundamental de elegir y ser electo se reduce a solo palabras.
Los constituyentes que elaboraron la Carta Magna vigente, con algunas reformas abrieron la puerta a esa reelección, dizque con miras a establecer la carrera legislativa. En nuestro medio impera otro sentido y dista bastante; tiene otros propósitos, fuente de severas críticas.
Criterios que responden a experiencias de beneficio en la práctica, inclusive recogidos durante los congresos que funcionaron a raíz de la Revolución del 44, sí llenaron a cabalidad su accionamiento. Fueron renovados en ley por mitad cada 2 años, mecanismo considerado eficiente.
La tendencia manifiesta del reeleccionismo, en principio va en contra del señalamiento que todos somos útiles, pero no necesarios, constituye un elemento positivo. Léase que los requisitos establecidos para una diputación para todos los guatemaltecos deberán dar iguales oportunidades.
Los ánimos que prevalecen entre la ciudadanía defraudada en términos generales, imposible crea ya en cantos de sirena, confían por supuesto llegue el momento de reducir a 44 el número de diputados, además que sus emolumentos sean reducidos drásticamente en lo venidero.