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Cuando se le pregunta a alguien su edad, con frecuencia no dice la verdad. Además, es difícil calcularla por el aspecto físico, como por ejemplo qué tantos cabellos blancos se tienen, la forma de caminar, de mirar y otras cosas.
Hay que tomar en cuenta también que la edad no se mide sólo por el número de años que tiene nuestro cuerpo.
Si no adquirimos amigos con facilidad y los que aún nos quedan los perdemos por nuestro mal humor…
Si pensamos que la generación de hoy está arruinada…
Si a menudo evocamos los tiempos de ayer asegurando que eran mejores que los actuales…
Si nuestra conversación sólo trata sobre nuestros problemas y los defectos ajenos…
Si entablamos agrias discusiones con todo el mundo y por cualquier cosa…
Si ya no encontramos nada de valor en las personas a nuestro alrededor…
Entonces, por más que adornemos nuestro aspecto exterior y por menos años que tengamos, podemos estar seguros que no sólo nuestro cuerpo, también nuestro espíritu se está haciendo cada día más viejo.
Tu verdadera edad es la de tu espíritu.